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también queremos lo que otros tienen. Queremos tener más que todos los demás.
Empezamos sabiendo qué es lo importante para nosotros, pero después de
lograrlo, perdemos de vista las prioridades. El ego nos hace tambalear y puede
arruinarnos.
Obligado por el sentido del honor a cubrir las deudas de la firma, Grant pidió
un préstamo para el cual presentó como garantía sus preciados recuerdos de
guerra. Arruinado física, mental y anímicamente, pasó los últimos años de su
vida batallando contra un doloroso cáncer de garganta y corriendo para terminar
sus memorias con el fin de poder dejarle algo a su familia. Casi no lo logra.
Uno se estremece al pensar en las fuerzas vitales que perdió este héroe, que
murió a los 63 años en medio de la derrota; este hombre honesto y recto, que
simplemente no podía concentrarse en una cosa y terminó muy lejos del área que
cubría su gran genio. ¿Qué habría podido hacer con esos años en lugar de lo que
hizo? ¿Cómo habría sido la evolución del país? ¿Cuántas más cosas podría haber
hecho y logrado?
Pero Grant no está solo en este aspecto. Todos nosotros decimos “sí” sin
pensar o solo porque algo nos resulta vagamente atractivo; decimos “sí” por
codicia o vanidad. Porque no somos capaces de decir “no”, porque así nos
perderíamos de algo. Pensamos que eso nos permitirá lograr más cosas, cuando
en realidad nos impide llegar a donde queremos. Todos nosotros perdemos
preciosos momentos vitales haciendo cosas que no nos gustan, para ponernos a
prueba ante nosotros mismos, y ante gente que no respetamos, y para lograr
cosas que ni siquiera queremos.
¿Por qué lo hacemos? Bueno, espero que la razón ya resulte obvia.
El ego conduce a la envidia y esta corroe los huesos de toda la gente, grande
o pequeña. El ego socava la grandeza al llevar al personaje a pensar,
erróneamente, que puede ser todavía más grande.
La mayoría de nosotros comenzamos con una idea clara de lo que queremos
en la vida. Sabemos qué es lo que nos importa. Pero el éxito que alcanzamos, en
especial si llega temprano en la vida o de manera abundante, nos pone en un
lugar inusual. Porque de repente nos encontramos en un nuevo espacio y nos
cuesta trabajo orientarnos.
Cuanto más avanzamos en el camino de los logros, sean estos cuales sean,
más gente exitosa nos encontramos, gente que nos hace sentir insignificantes. No
importa lo bien que lo estemos haciendo, nuestro ego y los logros de los otros
nos hacen sentir que no somos nada, de la misma manera en que otras personas
los hacen sentir a ellos igual. Es un ciclo que se prolonga hasta el infinito,
mientras que nuestro tiempo en la Tierra, o la pequeña ventana de oportunidad
que tenemos aquí, es bastante breve.