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un tópico del que usted no sepa casi nada. Trate de estar en espacios donde sea el
que menos sabe. Esa sensación de incomodidad, esa actitud defensiva que siente
brotar cuando alguien desafía sus convicciones más profundas, ¿qué tal
someterse a eso de forma deliberada? Cambie de mentalidad. Cambie de
entorno.
Un aficionado está a la defensiva. Pero para el profesional, el aprendizaje (e
incluso las demostraciones ocasionales) es algo placentero —como si le gustara
sentirse desafiado y doblegado— y se entrega a la educación como a un proceso
continuo e infinito.
La mayoría de las culturas militares, y la gente en general, busca imponer sus
valores y su control sobre todo lo que encuentra. Lo que hacía que los mongoles
fueran distintos era su capacidad de evaluar cada situación de forma objetiva y,
si era necesario, reemplazar las prácticas anteriores por nuevas. Todas las
grandes empresas empiezan así, pero luego algo ocurre. Miremos la teoría de la
disrupción, que básicamente dice que, en cierto momento, todas las empresas
sufrirán un trastorno por cuenta de una tendencia o una innovación a la que, a
pesar de contar con todos los recursos del mundo, los intereses dominantes no
podrán responder. ¿Por qué? ¿Por qué las empresas no pueden cambiar y
adaptarse?
Esto se debe en gran parte a que hemos perdido la capacidad de aprender.
Dejamos de ser estudiantes y, tan pronto sucede eso, el conocimiento se vuelve
frágil. Ya no sigue creciendo, empieza a morir.
El gran gerente y pensador del mundo empresarial Peter Drucker dice que no
es suficiente con solo querer aprender. A medida que uno progresa, también
debe entender cómo aprende y luego establecer procesos para facilitar la
educación continua. De lo contrario, nos condenamos a una especie de
ignorancia impuesta por nosotros mismos.