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Las primeras victorias de Kan fueron resultado de la reorganización de sus

unidades militares, pues dividió a sus soldados en grupos de diez. Esto fue algo

que tomó de las tribus turcas vecinas y, sin saberlo, convirtió así a los mongoles

al sistema decimal. Poco después, la expansión de su imperio llevó a los

mongoles a entrar en contacto con otra “tecnología” que nunca habían visto: las

ciudades amuralladas. En las campañas contra los tanguts, Kan vio por primera

vez los pros y los contras de una guerra contra una ciudad fortificada y descubrió

las estrategias esenciales para montar un asedio, una técnica en la que se volvió

rápidamente experto. Más tarde, con la ayuda de ingenieros chinos, Kan les

enseñó a sus soldados a construir máquinas con las cuales podían derribar las

murallas de las ciudades. En sus campañas contra los yurchens, Kan aprendió la

importancia de ganarse el corazón y la mente de los pobladores. Al trabajar con

los estudiosos y la familia real de las tierras que acababa de conquistar, pudo

mantener y administrar estos territorios de un modo en que no lo habrían podido

hacer otros imperios. Después, al entrar a cada país o ciudad que conquistaba,

Kan llamaba a los mejores astrólogos, escribanos, médicos, pensadores y

asesores, y en general a cualquiera que pudiera contribuir a sus esfuerzos y los

de sus tropas. Sus ejércitos viajaban con interrogadores y traductores

precisamente con este propósito.

Este fue un hábito que sobrevivió a Kan. Aunque los mongoles parecían

dedicarse casi exclusivamente al arte de la guerra, siempre aprovechaban a todos

los artesanos, comerciantes, estudiosos, artistas, cocineros y obreros calificados

con los que se cruzaban. El Imperio mongol se destacó por sus libertades

religiosas y, sobre todo, por el amor a las ideas y la convergencia de las culturas.

Llevó los limones a China por primera vez, y los fideos chinos a Occidente.

Difundió el arte de las alfombras persas, la tecnología minera alemana, la

metalurgia francesa y el islam. Se dice que el cañón, que revolucionó la guerra

de esa época, fue el resultado de combinar la pólvora china con los lanzallamas

musulmanes y la metalurgia europea. La disposición de los mongoles al

aprendizaje y las nuevas ideas fue lo que unió todos estos elementos.

Cuando alcanzamos el éxito por primera vez, nos hallamos en situaciones

nuevas y enfrentamos nuevos problemas. El soldado recién ascendido debe

aprender el arte de la política. El vendedor debe aprender a gerenciar. El

fundador debe aprender a delegar. El escritor, a editar a los demás. El

comediante, a actuar. El chef que monta su propio restaurante debe aprender a

manejar el otro lado del negocio.

Pero esa vanidad no es inofensiva. El físico John Wheeler, inventor de la

bomba de hidrógeno, observó una vez que “a medida que crece nuestra isla de

conocimiento, también aumentan las playas de nuestra ignorancia”. En otras

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