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PONER LÍMITES
Puede arruinar tu vida solo si arruina tu carácter.
—MARCO AURELIO
J
ohn DeLorean llevó a su compañía automotriz a la quiebra debido a una
mezcla de ambición desmedida, negligencia, narcisismo, codicia y mala
administración. Cuando las malas noticias empezaron a acumularse y el fracaso
se hizo evidente y público, ¿cómo creen ustedes que respondió?
¿Con resignada aceptación? ¿Acaso reconoció los errores que sus
descontentos empleados hacían públicos por primera vez? ¿Acaso fue capaz de
reflexionar, aunque fuera de manera superficial, sobre los errores y las
decisiones que lo habían llevado a él, y a sus inversionistas y empleados, a una
situación tan caótica?
Claro que no. En lugar de eso echó a andar una serie de eventos que
terminarían con un trato para importar 60 millones de dólares en drogas y su
posterior arresto. Así es, después de que su compañía empezó a fracasar —a
consecuencia casi exclusivamente de su estilo gerencial poco profesional, su
falta de dirección y los malos diseños de los automóviles—, DeLorean pensó
que la mejor manera de salvarlo todo sería conseguir financiación a través de un
cargamento ilegal de 220 libras de cocaína.
Sí, después de su muy publicitado vergonzoso arresto, DeLorean fue
absuelto de los cargos alegando un improbable “engaño para hacerlo caer en una
trampa”. Solo que es posible verlo en un vídeo sosteniendo una bolsa de cocaína
y diciendo, con infantil entusiasmo: “Esto es tan bueno como el oro”.
No cabe duda sobre lo que causó la desintegración de John DeLorean.
Tampoco cabe duda sobre quién empeoró las cosas. La respuesta es: ÉL
MISMO. Ya estaba en un pozo y siguió cavando hasta convertirlo todo en un
infierno.
Ojalá DeLorean se hubiese detenido en algún momento y hubiese dicho: ¿es
esta la persona que quiero ser?
¡Si se hubiera detenido! ¡Si en un punto se hubiera preguntado: ¿es esta la
persona que quiero ser?!
La gente comete errores todo el tiempo. Empiezan compañías que creen que