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que estás trabajando es muy importante. Nadie sabía. Él mismo no podía
saberlo. Darwin solo sabía que era algo que estaba por hacerse, que podía ser
mejor y eso era suficiente para mantenerlo trabajando.
Así que, ¿debemos entonces sentarnos solos y luchar con nuestro trabajo?
¿Con un trabajo que tal vez no llegue a ninguna parte, o que tal vez sea
desestimulante o doloroso? ¿Acaso amamos el trabajo, vivimos para trabajar y
no al revés, acaso nos gusta practicar tanto como lo hacen los atletas? ¿O mejor
buscamos atención y validación a corto plazo, ya sea complaciéndonos en la
eterna búsqueda de ideas, o simplemente en la distracción de la charla?
Fac, si facis (Hazlo si vas a hacerlo).
Hay otra expresión latina adecuada: Materiam superabat opus (La calidad
del trabajo es mejor que el material). El material que nos ha sido dado genética,
emocional y financieramente, de ahí comenzamos. Pero nosotros no controlamos
eso. En cambio sí controlamos lo que hacemos con ese material o si lo
desperdiciamos.
Tal como solía recordarse el joven basquetbolista Bill Bradley, “cuando no
estás practicando, debes recordar que hay alguien, en algún lugar, que sí está
practicando y cuando te lo encuentres, ganará”. La Biblia dice algo similar a su
manera: “Benditos son los servidores a quienes el amo encuentra despiertos
cuando llega”. Uno se puede mentir y decirse que sí cumplió, o fingir que está
trabajando, pero con el tiempo, será descubierto y puesto a prueba. Y los demás
se darán cuenta. Teniendo en cuenta que Bradley llegó a ser un All-American 1 ,
un becario Rhodes 2 , dos veces campeón con los New York Knicks y luego
senador de los Estados Unidos, se podría pensar que tal vez él sí aplicó esa línea
de pensamiento a todo lo que hacía.
Y lo mismo debemos hacer nosotros. Porque no hay triunfo sin esfuerzo.
¿No sería genial que el trabajo fuera tan sencillo como abrir una vena y dejar
que el genio brotara? ¿O si uno pudiera entrar simplemente a una reunión y decir
genialidades sin tener que pensar?¿Si uno solo tuviera que acercarse al lienzo,
arrojar la pintura y el arte moderno surgiera de ahí como por arte de magia? Eso
es una fantasía o, mejor, una mentira. El último refugio de alguien que realmente
le teme al trabajo.
Recordemos ese dicho popular: “Finge hasta que lo consigas”. No es
sorpresivo que dicha idea haya encontrado cada vez más relevancia en nuestro
mundo engañoso y nocivo. Cuando es difícil distinguir a un productor de verdad
de un autopromotor experto, es lógico que algunas personas se arriesguen y
logren jugar el juego de la seguridad. Pero la clave es conseguir el objetivo para
no tener que fingir. ¿Pueden imaginarse a un médico tratando de hacer otra cosa?
¿O a un jugador de fútbol, o a un montador de toros? ¿Quisiera usted que todo el