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La palabra para calificar esa conducta es una que no usamos mucho:

magnánimo. Desde luego, también fue una buena estrategia, pero principalmente

Marshall se portó de manera digna, generosa y magnánima, porque eso era lo

correcto. Según algunos observadores de tanta altura como Truman, lo que

distinguía a Marshall de casi todos los demás en la milicia y la política era que

“el general nunca pensó en sí mismo”.

Hay otra historia sobre Marshall. Estaba posando para uno de los múltiples

retratos oficiales para los cuales tienen que posar los militares. Después de

presentarse muchas veces y satisfacer los requerimientos del pintor, Marshall fue

finalmente informado por aquel de que el cuadro estaba terminado y podía

marcharse. Marshall se levantó y empezó a irse. “¿No quiere ver el cuadro?”, le

preguntó el artista. “No, gracias”, dijo Marshall con respeto y se fue.

¿Significa eso que el manejo de la imagen no es importante? Claro que no.

Usted notará que al comienzo de la carrera aprovecha cada oportunidad de

mejorarla. Pero a medida que usted va obteniendo más logros, también se dará

cuenta de que gran parte de eso implica una distracción del trabajo. El tiempo

que pasamos con periodistas, premios y gente de mercadeo es tiempo que

estamos lejos de lo que realmente nos importa.

¿Quién tiene tiempo de mirar un retrato de sí mismo? ¿Para qué?

Como observó su esposa años después, la gente que creía que George

Marshall era simplemente un hombre modesto o tranquilo, pasaba por alto lo que

tenía de verdaderamente especial. Marshall tenía los mismos rasgos que todos

los demás: ego, intereses propios, orgullo, dignidad, ambición, pero todos estos

rasgos también estaban “moderados por un sentido de la humildad y la

generosidad”.

No nos convierte en malas personas el hecho de querer que nos recuerden, el

de querer llegar a la cima ni el de conseguir lo necesario para vivir bien en

compañía de nuestra familia. Después de todo, eso es parte del atractivo.

Pero hay un equilibrio. Una frase más bien cursi del entrenador Tony Adams

lo expresa muy bien. Juega por el nombre que tienes al frente de la camiseta,

dice, y ellos te recordarán por el nombre que llevas en la espalda.

Volviendo a Marshall, las viejas ideas de que la generosidad o la integridad

pueden ser debilidades o que no dejar avanzar a alguien es legítimo, han sido

refutadas. Claro, algunas personas tal vez tengan dificultades para decir muchas

cosas sobre él, pero todos y cada uno viven en un mundo que él ayudó a

moldear.

¿Y el crédito? A nadie le importa.

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