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Pasaia III - Pasaiako udala

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Aprovechando un paréntesis de la lucha, formamos un grupo, en la parte<br />

baja del campamento. Charlamos. El colega yanqui es experto y ducho,<br />

y la muchacha no puede evitar las preguntas ni soslayar las respuestas.<br />

-¿Por qué está usted aquí?...<br />

-¡Pshe!... Porque tenía que estar. ¿No luchan también mis compañeros?<br />

No había razón para que yo me quedase en casa.<br />

-¿Sabía usted manejar las armas?<br />

-Ahora, sí, claro; a todo se acostumbra uno. Hasta a ver cómo caen los<br />

hombres, que es el espectáculo más triste que hay. Pero antes de que esto<br />

empezara, yo no había tenido en mis manos ni una detonadora. Ni había<br />

intervenido en nada político. Hasta que se sublevaron los militares y los<br />

fascistas y se dijo que todo el pueblo debía de alzarse en armas para defender<br />

la República democrática. Pedí un arma y aquí estoy.<br />

-Y ahora -interviene uno de los del grupo- es la mejor tiradora de nuestro<br />

grupo. Y la más valiente. Es lo mejor del “Grupo de la Dinamita”.<br />

-¿Tienes ideas políticas? -pregunto yo.<br />

-Verás. Yo pertenezco a la juventud libertaria de Pasajes. Las únicas<br />

ideas políticas que tengo consisten en esto: libertad y justicia para todos.<br />

Yo sé que el fascismo representa todo lo contrario. Por eso lucho contra él.<br />

Todos tenemos tiempo para meditar sobre la altivez espiritual de esta<br />

brava muchacha de Trincherpe, que se juega la vida por un ideal. Se ha<br />

hecho un silencio absoluto. Los fusiles descansan y las gargantas también.<br />

El frente de guerra está bañado por una quietud maravillosa. Tan sólo, de<br />

vez en vez, el zumbido agudo y silbante del obús precede al estampido<br />

bronco que nos llega del otro lado de nuestras posiciones.<br />

-¿Quieres algo para la ciudad?<br />

-Nada más que una cosa. Que digáis a mi familia, en Trincherpe, que<br />

estoy muy bien, que aún vivo... ¡y que no pasarán!...<br />

PANORAMA<br />

Iniciamos el descenso, bañado el cuerpo en una brisa fresca que hace<br />

sentir el frío de las cumbres. El periodista americano se detiene, de trecho<br />

en trecho, para contemplar el paisaje. Pero no parece que le impresione la<br />

pureza de égloga del panorama, sino su aspecto estratégico. Acaso el<br />

hombre sea un lírico, pero ha venido aquí como corresponsal de guerra y<br />

su retina no se detiene en otras aristas que las puramente bélicas.<br />

Sin embargo, no es fácil sustraerse al encanto de esta maravillosa perspectiva.<br />

Desde aquí, Pagogaña tiene todo el encanto sugeridor de un fortín<br />

medieval y los mechones blanquísimos de las ovejas parecen flotar,<br />

movidos por la brisa, sobre la hierba alta de la verde ladera. A lo lejos, los<br />

últimos reflejos del sol poniente, sobre la costa de Francia, manchan con<br />

ramalones de púrpura la línea de azul purísimo del horizonte.<br />

Cuando las crestas de la posición de la avanzadilla se desdibujan ya en<br />

los confines de la niebla de la cumbre, la misma voz enérgica que minutos<br />

antes sobresalía por entre el tablero de los disparos, nos grita, como un<br />

saludo cordial de despedida:<br />

-¡Viva la dinamita!<br />

-¡Viva la dinamita!<br />

La figura andrógina de la muchacha libertaria de Trincherpe queda ya<br />

fija, en el recuerdo de todos, hasta el término de nuestro viaje de regreso.<br />

Y sus palabras, manchadas de amargura y de desaliento: “A todo se acostumbra<br />

uno. Hasta a ver caer a los hombres, que es el espectáculo más triste<br />

que hay”.<br />

Luego al fondo de todas las meditaciones, una afirmación que expresa<br />

la realidad bárbara y cruenta del momento:<br />

Es la guerra... La guerra, con todos sus horrores, que han provocado<br />

otra vez los eternos enemigos de la redención ciudadana.<br />

El reportero de guerra<br />

Otra “hazaña” criminal de los aviones fascistas<br />

A los nombres de San Sebastián, Irun, Lezo, Eibar, Hernani, víctimas de<br />

la barbarie facciosa, hemos de añadir los de Rentería y Pasajes de San<br />

Juan que ayer sufrieron el bombardeo de quienes han hallado en la subversión<br />

militar válvula de escape para sus instintos de bestia.<br />

Las dos laboriosas localidades guipuzcoanas últimamente citadas despertaron<br />

ayer bajo el runruneo de los motores facciosos que, desde “prudencial”<br />

altura preparaban su criminal acción.<br />

Hacia las siete y media de la mañana hicieron su aparición, de la parte<br />

de Lesaca, cuatro aparatos facciosos, los cuales, al volar sobre Rentería,<br />

dejaron caer su carga de muerte. Una tras otra, hasta cinco bombas, vinieron<br />

a dar en la entrada de la industriosa villa, casi en la bifurcación de la<br />

carretera a uno de cuyos lados existe un puesto-retén de las Milicias<br />

Obreras de la C. N. T.<br />

Tres milicianos de esa filiación prestaban servicio de vigilancia y ellos<br />

fueron las víctimas de la cobarde agresión. Cogidos de lleno en el área de<br />

expansión de una de las bombas, uno de ellos llamado Pedro Azurmendi,<br />

natural de Pasajes y perteneciente a la Federación de Sindicatos Unicos,<br />

quedó muerto en el acto, con el cuerpo horriblemente destrozado. Sus<br />

compañeros Pablo Gorospe y Jesús Arregui sufrieron heridas de gravedad,<br />

siendo curado el primero en Rentería y el segundo trasladado urgentemente<br />

al Hospital de Sangre del Hotel de Londres.<br />

En tanto que el aparato faccioso consumaba su triste hazaña, otro de los<br />

aviones enfilando hacia Pasajes de San Juan dejaba caer, una tras otra hasta<br />

ocho bombas en el casco y alrededores de aquel puerto.<br />

Tres artefactos explosivos se hundieron en la bahía sin causar daños,<br />

otro estalló en el llamado cementerio inglés, encima de las escuelas Viteri,<br />

otro a unos cincuenta metros del caserío “Larrabide” y otro en las proximidades<br />

de “Garchegui” donde tienen su cuartel las Milicias Vascas. Esta<br />

útlima bomba alcanzó a tres milicianos que se encontraban de permiso,<br />

recogiendo mariscos en la playa. Uno de ellos resultó ileso, pero los otros<br />

fueron dos víctimas más para unir a la lista de las inmoladas por la barbarie<br />

facciosa.<br />

Fueron trasladados uno a Lezo, donde llegó ya cadáver, y el otro al<br />

Hospital Civil de San Sebastián, donde falleció a las cuatro de la tarde.<br />

Se llaman las víctimas de esta agresión Constantino Vázquez Lago, de<br />

31 años de edad, natural de Pontevedra, era soltero, de profesión redero y<br />

trabajaba en la Casa Arcelus. Estaba afiliado al Avance Marino. La otra<br />

víctima fué Juan Milleiro de 29 años, casado, natural de Redondela, era<br />

contramaestre del “Iziar”, de la Casa Zuloaga, y vivía en Trincherpe.<br />

Realizado su criminal propósito los aviones facciosos se perdieron en<br />

el espacio con dirección a la frontera.<br />

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