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Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

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La voz, <strong>de</strong> pronto, comenzó a temblarme y sentí una enorme<br />

emoción porque me di cuenta <strong>de</strong> que había puesto el <strong>de</strong>do en la llaga<br />

<strong>de</strong> mi corazón.<br />

—Dámelas todas — repitió suavemente.<br />

No me explicó sus palabras. Temí que dijera como aquella vez:<br />

«tú eres sabio, conoces las Escrituras, <strong>de</strong>berías saber...» ¿De qué me<br />

sirven mis conocimientos? No sé nada, nada, nada. Le miré<br />

tímidamente, pero la expresión <strong>de</strong> su rostro me animó: había en el la<br />

misma afabilidad que cuando <strong>de</strong>spedía a sus discípulos. Confesé:<br />

—Tú sabes que no te comprendo, rabí...<br />

No me respondió ni se rió <strong>de</strong> mí. Me habló, lleno <strong>de</strong> bondad:<br />

—Quiero que me entregues todo lo que te aprisiona... quiero que<br />

saques <strong>de</strong> tus espaldas la cruz <strong>de</strong> tus penas y temores y tomes la<br />

mía... ¿Cambiamos <strong>de</strong> cruces, Nico<strong>de</strong>mo?<br />

Sentí una sombra <strong>de</strong> disgusto. ¡Qué comparación! La cruz es un<br />

instrumento <strong>de</strong> castigo infame y no es agradable mencionarla siquiera.<br />

Sólo la más baja chusma ciudadana goza contemplando semejante<br />

espectáculo. Por suerte, recientemente, Pilotos prometió no imponer<br />

este castigo más que a los peores criminales.<br />

—Rabí, ¿por qué mencionas la cruz? — dije con cierto tono <strong>de</strong><br />

reproche —. Es una muerte ignominiosa. ¿Es que tus palabras<br />

significan un <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que alguien te acompañe en la dura prueba?<br />

Como un eco en un <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro entre montañas, repitió mis<br />

últimas palabras.<br />

—Sí; <strong>de</strong>searía que alguien me acompañase en la dura prueba...<br />

Vacilé. En mi interior, los pensamientos y los sentimientos estaban<br />

sosteniendo una lucha. Se me ocurrió que quizás él había notado la<br />

creciente hostilidad <strong>de</strong> los fariseos hacia su persona. ¿Acaso espera<br />

que yo le ayu<strong>de</strong>? Al mismo tiempo comprendí cuán peligroso era<br />

ofrecerle ayuda. ¿Cómo puedo saber lo que aún hará o dirá? Detesto<br />

las <strong>de</strong>cisiones tomadas a la ligera... Levanté lentamente los ojos: su<br />

mirada avasalla a los hombres. ¿Compren<strong>de</strong>s, Justo, qué significa<br />

<strong>de</strong>scubrir que este hombre me ama? Cuando éramos jóvenes nos<br />

parecía que el mundo ascendía hacia las estrellas. Pero, ¡cuánta más<br />

alegría no experimenta la persona que, al llegar al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la vida<br />

humana, tiene la suerte <strong>de</strong> encontrar el amor...! El adolescente busca<br />

el amor, pero no lo conoce. El hombre que ha pasado ya la misteriosa<br />

línea <strong>de</strong> los cuarenta sabe lo que vale este trofeo. Y por esto <strong>de</strong>sea<br />

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