08.05.2013 Views

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

comunicarla a todos, había que gritarla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las azoteas... Comimos<br />

el pan y empezamos a <strong>de</strong>sandar el camino. Nuestras sombras eran<br />

absorbidas por la parda carretera llena <strong>de</strong> polvo. Avanzábamos llenos<br />

<strong>de</strong> febril agitación; a veces corríamos. Ninguno <strong>de</strong> los dos notaba si<br />

subíamos una cuesta o si nos faltaba el aliento. No nos <strong>de</strong>cíamos<br />

nada, sólo <strong>de</strong> vez en cuando nos lanzábamos alguna rápida pregunta.<br />

— ¿Recuerdas cuando Él <strong>de</strong>cía...?<br />

— ¡Si, lo recuerdo! El corazón me latía con fuerza...<br />

— ¡Lo sentíamos, Cleofás, sentíamos que era Él!<br />

En el cielo se encendió la primera estrella. A veces andábamos, a<br />

veces corríamos. Ni por un momento recordé los peligros <strong>de</strong> los que<br />

por la mañana había estado huyendo...<br />

No me acordaba <strong>de</strong> ellos cuando llegué a la puerta <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong><br />

Safán, el curtidor. Era ya negra noche y el soldado <strong>de</strong> la torre Antonia<br />

acababa <strong>de</strong> anunciar la segunda guardia. La luna cruzaba por el cielo<br />

sembrado <strong>de</strong> pálidas estrellas, apagándolas a medida que se<br />

acercaba a ellas. Unas cuantas nubecillas blancas se recortaban contra<br />

el brillante cielo negro azulado y avanzaban lentamente <strong>de</strong><br />

poniente a levante. El conglomerado <strong>de</strong> casas <strong>de</strong> Ophel semejaba un<br />

terrible <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro montañoso en el que hubieran caído sucesivos<br />

alu<strong>de</strong>s o una ciudad convertida en un montón <strong>de</strong> ruinas. Mientras<br />

atravesaba las tortuosas, estrechas callejuelas (antes nunca me<br />

hubiera atrevido a pasar por allí, y menos <strong>de</strong> noche), temblaba <strong>de</strong><br />

impaciencia. La pequeña puerta estaba cerrada. Me puse a golpearla<br />

con ambas manos. La noticia que llevaba me quemaba los labios<br />

como fuego vivo. No me abrieron en seguida. Detrás <strong>de</strong> los ma<strong>de</strong>ros<br />

oí un leve ruido; adiviné que alguien, asustado, trataba <strong>de</strong> mirar por le<br />

rendija para ver quién llamaba. La impaciencia no me <strong>de</strong>jó esperar.<br />

Grité:<br />

— ¡Soy yo! Nico<strong>de</strong>mo! ¡Abrid! ¡Soy yo! ¡Os traigo una importante<br />

noticia! ¡Abrid!<br />

Aún me pareció que tardaban; retrocedí unos pasos hasta<br />

colocarme en una mancha <strong>de</strong> luna, que parecida a un espejo<br />

abandonado, caía sobre la callejuela, un poco más ancha en aquel<br />

punto. Quise que me vieran en aquella luz y me reconocieran. En<br />

seguida se oyó el ligero chirriar <strong>de</strong> la puerta.<br />

380

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!