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Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

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tiempo odia a los miserables como él. No hay que <strong>de</strong>jarse engañar por<br />

su humildad; es sólo un modo <strong>de</strong> actuar que <strong>de</strong>sechará a la primera<br />

ocasión propicia. Su propio orgullo herido se rebela contra todo. Es<br />

curioso, pero a veces tengo la impresión <strong>de</strong> que este ten<strong>de</strong>ro, echado<br />

<strong>de</strong> su rincón <strong>de</strong> Bezetha por los competidores, lleva en su interior<br />

unos anhelos que sobrepasan con mucho a su pequeño cuerpo.<br />

Fue Judas quien me contó la expulsión <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong> Nazaret.<br />

Nazaret tiene fama <strong>de</strong> ser un pueblo <strong>de</strong> aventureros, <strong>de</strong>saprensivos y<br />

estafadores. Cuesta imaginar que este hombre, sin duda alguna<br />

virtuoso y digno, haya pasado allá toda su infancia y juventud. Quizá si<br />

hubiese vivido entre gente distinta hubiéranse manifestado antes sus<br />

asombrosas cualida<strong>de</strong>s. Pero en Nazaret le <strong>de</strong>scubrieron cuando ya<br />

se hablaba <strong>de</strong> él en toda Ju<strong>de</strong>a y Galilea. Volvió a su ciudad y ésta lo<br />

recibió con muestras <strong>de</strong> incredulidad. A nadie le gusta reconocer que<br />

no ha sabido ver lo que todos han visto. Los nazarenos se reunieron<br />

en la sinagoga y sus rostros expresaban mil dudas. Sólo en una cosa<br />

estaban <strong>de</strong> acuerdo: No sería poco lo que les tendría que mostrar este<br />

naggar, cuyos hermanos y hermanas estaban allá, entre ellos, y cuya<br />

madre se había colocado entre las mujeres, al otro lado <strong>de</strong> la reja.<br />

Llevaron a las puertas <strong>de</strong> la sinagoga unos cuantos enfermos. La<br />

gente, apretujada a la entrada, esperaba la llegada <strong>de</strong>l profeta.<br />

Compareció éste al fin ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> sus discípulos. Pasó entre los<br />

enfermos como si no los viera. No curó a nadie... Entró en la<br />

sinagoga. Cuando llegó el momento <strong>de</strong> leer a los profetas se levantó<br />

<strong>de</strong>l banco y subió al púlpito. Te estoy contando lo que me dijo Judas,<br />

pero me parece como si yo mismo estuviera viéndole <strong>de</strong>senrollar las<br />

tiras <strong>de</strong> pergamino y leer los versículos con su voz fuerte y sonora, tan<br />

llena <strong>de</strong> inflexiones. Le tocó leer a Isaías. Por su colorido y vivacidad,<br />

las profecías <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> Amós <strong>de</strong>ben gustarle más que cualquiera<br />

otra. Comenzó a leer:<br />

—«El Espíritu <strong>de</strong>l Señor está sobre mí por esto me ungió, para<br />

que proclame la buena nueva a los pobres, lleve la salud a los<br />

necesitados, la libertad a los presos, abra los ojos a los ciegos, haga<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r la gracia sobre los que sufren y anuncie a todos el año <strong>de</strong><br />

la remisión y <strong>de</strong> la misericordia...»<br />

Interrumpió la lectura y sus gran<strong>de</strong>s ojos, oscuros como un mar<br />

tempestuoso, apartaron la mirada <strong>de</strong> los pliegos para posarla sobre la<br />

gente. ¡Cuán fácil resulta reconstruir los movimientos <strong>de</strong> este hombre<br />

aunque no se le haya visto más que una vez! Cuando dijo, con aquella<br />

fuerza que hace estremecer el corazón: « ¡He aquí que hoy se ha<br />

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