08.05.2013 Views

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

aquel humo <strong>de</strong>nso le irritaba los ojos y la madre lloraba inclinada<br />

sobre él...<br />

»Al verme se asustó. Quizá pensó que iba a echarles <strong>de</strong> allí. Pero<br />

al compren<strong>de</strong>r que había ido con intención <strong>de</strong> ayudarla, su temor se<br />

convirtió en alegría. Fue afectuosa conmigo como si no recordara que<br />

había sido yo quien los había echado <strong>de</strong> la posada. Le fui útil. Ella era<br />

joven e inexperta. Tuve que enseñarle todo: cómo se baña al niño,<br />

cómo se le da d pecho, cómo se le envuelve en pañales... Tampoco<br />

había nada con que envolver al pequeño; la bolsa <strong>de</strong> viaje <strong>de</strong> su<br />

madre estaba casi vacía. Después <strong>de</strong> bañarle tuvimos que ponernos a<br />

lavar. Intenté mecer un poco al niño. El humo le entraba en los ojos y<br />

en la garganta. No cesaba <strong>de</strong> llorar. Le canté canciones, las mismas<br />

que solía cantarle a Judas. Por fin su llanto se convirtió en sollozo, lo<br />

cual era señal <strong>de</strong> que se estaba durmiendo. Lo <strong>de</strong>posité en el<br />

pesebre. A mí también me escocían los ojos y me dolía la cabeza<br />

como si llevara una cuerda anudada a la frente. Aún or<strong>de</strong>ñé la cabra<br />

para que la madre pudiera beber un poco <strong>de</strong> leche caliente. Cuando<br />

me disponía a salir, la mujer se acercó y me dijo: "Gracias, hermana..."<br />

Me abrazó y apoyó su mejilla contra la mía. Estaba mojada <strong>de</strong><br />

lágrimas; lloraba y reía al mismo tiempo. "Gracias", me susurró al<br />

oído. "Él te lo <strong>de</strong>volverá..." Creí que se refería al marido, que seguía<br />

añadiendo leña al fuego. Me ardían las sienes. Pero al salir me<br />

envolvió una oleada <strong>de</strong> aire puro, seco, refrescante. Me apoyé en una<br />

roca. La noche tocaba a su fin, envuelta en unos ligeros vapores<br />

blanquecinos. La escarcha brillaba sobre la hierba. Presentía que el<br />

día que estaba comenzando volvería a ser terriblemente agitado, sin<br />

un momento para reposar. No me imaginaba cómo iba a aguantarlo<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una noche sin dormir. Pero, en lugar <strong>de</strong> volver y procurar<br />

dormir un poco, me quedé apoyada en aquella roca, respirando a<br />

pleno pulmón el aire puro <strong>de</strong> la noche.<br />

»Entonces fue cuando vi al viejo Timeo, que venía acompañado<br />

<strong>de</strong> sus dos hijos y unos cuantos pastores más. Daban un cierto<br />

respeto con sus cayados en la mano y sus cuchillos en el cinto. «<br />

¿Eres tú, Sara? » Al verme bien vino hacia mí. "¿Es verdad que en la<br />

cueva don<strong>de</strong> guardáis los animales ha nacido un niño?" Me quedé<br />

helada <strong>de</strong> miedo. A pesar <strong>de</strong> su aspecto, Timeo es un hombre<br />

pacífico. Pero entonces me pareció que tras sus palabras se escondía<br />

una amenaza. ¿Vendrían acaso con intención <strong>de</strong> dañar a aquella<br />

gente que yo no había <strong>de</strong>jado entrar en la posada? ¿Un niño? ¿Qué<br />

pue<strong>de</strong> importarles a unos pastores <strong>de</strong>l llano aquel niño, hijo <strong>de</strong> unos<br />

159

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!