08.05.2013 Views

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Entra rabí — me dijo en voz baja Simón, el ZeIota ¡Ven y no<br />

grites! ¡Tu voz podría atraer el peligro!<br />

¿Peligro? No lo temía, no tenía miedo. Entré rápidamente por la<br />

estrecha puerta. Al final <strong>de</strong> un pequeño corredor había una habitación<br />

espaciosa que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> servir para secar las pieles, porque flotaba en<br />

ella un fuerte olor a tanino y piel medio podrida. Estaba llena <strong>de</strong> gente.<br />

A pesar <strong>de</strong> lo avanzado <strong>de</strong> la hora, nadie dormía en la casa. En el<br />

resplandor <strong>de</strong>l fuego que chisporroteaba en el hogar vi reunidos a sus<br />

discípulos (todos menos Tomás y Judas), a su Madre y su hermana, a<br />

Marta y María, varias mujeres más y unos hombres con aire <strong>de</strong><br />

mo<strong>de</strong>stos artesanos. En este momento todos los rostros estaban<br />

vueltos hacia mí, todos los ojos parecían ar<strong>de</strong>r <strong>de</strong> curiosidad e<br />

inquietud. Debían <strong>de</strong> haberles asustado mis bruscos golpes. Pero el<br />

temor luchaba en ellos con la curiosidad <strong>de</strong> oír la noticia que todos, sin<br />

dame cuenta exacta <strong>de</strong> ello, estaban esperando; aunque se notaba<br />

que no estaban todos <strong>de</strong> acuerdo y antes <strong>de</strong> que yo llegase habían<br />

discutido.<br />

—Ya sabemos lo <strong>de</strong> José... — dijo <strong>de</strong> prisa Santiago, hijo <strong>de</strong><br />

Zebe<strong>de</strong>o.<br />

Le interrumpí con un impaciente movimiento <strong>de</strong> la mano. No sabía<br />

<strong>de</strong> qué me quería hablar, pero para mí no había nada más importante<br />

que la noticia que les llevaba. Exclamé.<br />

— ¡Le he visto! ¡Le he visto!<br />

El silencio duró sólo un instante, porque <strong>de</strong> pronto todos a la vez<br />

se pusieron a hablar:<br />

— ¿Veis como él también le ha visto? ¡Él también ha tenido<br />

visiones! ¡Miriam le ha visto! ¡A veces, a las madres les parece ver a<br />

sus hijos muertos! ¡No gritéis tanto, la gente nos va a oír! ¡Pero os<br />

digo que Él ha resucitado! ¡No, no, es imposible! ¡Le he visto! ¡Me<br />

eché a sus pies...! — oí que <strong>de</strong>cía ahora María con su voz baja, casi<br />

masculina —. ¡Estás trastornada por el dolor; te lo pareció! ¡María le<br />

ha visto y yo le he visto!— tronó la voz <strong>de</strong> Simón —. ¡Os lo aseguro!<br />

¡Te lo pareció, Simón! ¡De tanto llorar estás completamente<br />

atontado...!<br />

— ¡Pero yo le he visto <strong>de</strong> veras! — exclamé —. Anduvo conmigo<br />

durante varios estadios. Habló, enseñó... Escuchad: me explicó por<br />

medio <strong>de</strong> las Escrituras que había tenido que sufrir <strong>de</strong> aquel modo<br />

precisamente para salvarnos...<br />

381

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!