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Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

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pero no cambia nada <strong>de</strong> su mutua relación. Creo que así es mejor<br />

para Juan. Sería peor que en su cautiverio pudiera pensar que el<br />

maestro no se consi<strong>de</strong>ra a sí mismo tal como él le anunciaba. Sólo<br />

una cosa no puedo compren<strong>de</strong>r: ¿por qué, en este reino <strong>de</strong>l que<br />

habla, Juan no es nadie? Como si quisiera aumentar mis dudas, siguió<br />

diciendo:<br />

—Los profetas, hasta Juan, profetizaron. El será el último... Pero<br />

vosotros matabais a los profetas y negáis el Reino. Queréis usar la<br />

fuerza. ¡Lo intentáis en vano! El cielo y la tierra <strong>de</strong>jarán <strong>de</strong> existir antes<br />

que cambie una sola letra <strong>de</strong> las profecías <strong>de</strong>l Señor. ¿Creéis que<br />

Elías ha <strong>de</strong> volver? ¡Pues habéis tenido a Elías entre vosotros!<br />

Apenas se pone a hablar se abre ante los oyentes todo un mundo<br />

<strong>de</strong> misterio. ¿Elías?<br />

¿Así pues, Juan es Elías? Pero, ¡si él mismo lo había negado!<br />

Había dicho: «no lo soy.... » Es verdad que ningún profeta había<br />

predicho un futuro tan próximo a sí mismo. Lo anunciaban <strong>de</strong>cenas y<br />

centenares <strong>de</strong> años antes. La tragedia y la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> Juan es esta<br />

conciencia <strong>de</strong> haber llegado a la orilla... Pero si <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Juan<br />

comienza algo realmente nuevo, este algo <strong>de</strong>be tener un nombre:<br />

Reino <strong>de</strong> los Cielos... Éste sería el sentido <strong>de</strong> sus misteriosas<br />

palabras sobre Juan, que es el más pequeño. Juan se ha quedado en<br />

la otra orilla. Pero estas dos orillas, ¿no se juntarán? ¿Qué significa<br />

esta división <strong>de</strong>l tiempo que el profeta <strong>de</strong> los amhaares anuncia con<br />

una tan inconmovible firmeza? ¿Un reino? Sigo sin compren<strong>de</strong>r...<br />

Súbitamente me di cuenta <strong>de</strong> que él me estaba mirando Miraba<br />

como si quisiera que yo dijera algo, que le preguntase algo. ¿Acaso<br />

me había reconocido? Dicen que siendo aún niño hacía en el Templo<br />

tales preguntas a los sabios sacerdotes, que <strong>de</strong>jaba a todos<br />

estupefactos. Ahora también pregunta. Pero más a menudo aún exige<br />

que se le pregunte. Se para ante un hombre y mira como si quisiera<br />

<strong>de</strong>cir: ¿Me ves y no me interrogas? ¿Por qué? Yo te puedo contestar<br />

a todo... Cedí. Tragando saliva, le pregunté:<br />

—Rabí, ¿qué es el reino? ¿Cómo llegar a él?<br />

—Tienes los mandamientos — contestó — ¿Acaso no los<br />

conoces tú, un estudioso, un conocedor <strong>de</strong> la Ley?<br />

Me había reconocido.<br />

—Los conozco — dije —. Pero... — Quería <strong>de</strong>cir: los conozco,<br />

pero no sabía que cumplirlos condujera a ningún reino... Yo mismo<br />

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