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Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

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soy un hombre puro. Que el maestro perdone a pecadoras como ella,<br />

que hable con ellas y que incluso llegue a aceptar comida <strong>de</strong> sus<br />

manos, me <strong>de</strong>sagrada profundamente. Exagera en su bondad. ¡La ley<br />

<strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> existir si no hubiera un castigo para los pecadores!<br />

Pero no quise disgustar a Marta. ¡Es tan buena! La mujer, según<br />

afirman algunos <strong>de</strong> nuestros doctores, es un ser inferior creado por el<br />

Altísimo y quizás en parte por Satanás. Había dudado <strong>de</strong> esto <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

hace tiempo, pero <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> creer totalmente en ello <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que la madre<br />

<strong>de</strong>l maestro ha vivido en mi casa. Mas también Marta es toda una<br />

persona. Me conmueve su abnegación. No vive para sí misma. Si<br />

llegara a la conclusión <strong>de</strong> que el mundo la necesita sólo para cocinar<br />

alimentos, no se apartaría <strong>de</strong> los fogones para el resto <strong>de</strong> su vida. Su<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> servir a los <strong>de</strong>más no tiene límites. Conozco muchas<br />

esposas fieles y abnegadas. Me pregunto si Marta sería una buena<br />

esposa. Me temo que aceptaría <strong>de</strong> manos <strong>de</strong>l marido tanto lo bueno<br />

como lo malo, siempre con la misma sonrisa serena. Y esto al hombre<br />

le <strong>de</strong>sagrada. La mujer no <strong>de</strong>be ofrecerle sólo bondad y cuidados.<br />

Esto le aburriría. Pero para el hermano y la hermana Marta es un<br />

amigo y un amigo incomparable.<br />

Te dije en otra ocasión que irradia paz y serenidad. Pero ahora,<br />

sentada ante mí en la estera, pu<strong>de</strong> ver sus ojos dolorosamente<br />

entornados bajo las pesadas cejas fruncidas. Las dos hermanas no se<br />

parecen en nada. Marta no es hermosa, y su cara ha conservado la<br />

ten<strong>de</strong>ncia infantil a hacer muecas. Parece una criatura gran<strong>de</strong> y<br />

buena. María es muy diferente; su belleza emana <strong>de</strong> ella como el<br />

perfume <strong>de</strong> una flor. Ningún colorete, ningún afeite podrían añadir<br />

nada a su hermosura. Anda por la calle con la cabeza erguida, y su<br />

mirada se posa en los transeúntes como por fuerza; sus ojos parecen<br />

estar siempre buscando a alguien. Se parecen a los <strong>de</strong> Juan, hijo <strong>de</strong><br />

Zacarías...<br />

Vinieron a contarme sus penas. Su hermano había enfermado<br />

gravemente. De pronto se vio atacado por unas fiebres muy altas que<br />

le han <strong>de</strong>jado postrado en el lecho.<br />

Primero creyeron que la fiebre ce<strong>de</strong>ría como suelen ce<strong>de</strong>r las<br />

enfermeda<strong>de</strong>s causadas por los bruscos cambios <strong>de</strong> temperatura<br />

invernal... Pero la fiebre <strong>de</strong> Lázaro no cedía: requemaba su cuerpo<br />

hasta <strong>de</strong>jarlo como un ma<strong>de</strong>ro seco.<br />

—Si sigue así unos días más, tendrá que morir... — dijo Marta en<br />

voz baja, con esfuerzo.<br />

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