08.05.2013 Views

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

Dobraczynski. Cartas de Nicodemo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

— ¿De modo que tú eres Jesús <strong>de</strong> Nazaret? ¡Qué honor tenerte<br />

entre nosotros...! ¡Ja, ja, ja! Pero, ¿cómo es esto? ¿Has venido solo?<br />

— Des<strong>de</strong> mi sitio podía ver el perfil <strong>de</strong> gavilán <strong>de</strong> Ananías. La larga<br />

nariz le colgaba como un pico sobre su incolora y mal poblada barba;<br />

sus labios salientes avanzaban como para besar —. ¿Y dón<strong>de</strong> están<br />

tus discípulos? ¿Tus siervos? ¿Y tu reino? — De pronto cambió <strong>de</strong><br />

tono. Golpeó con la mano el brazo <strong>de</strong>l trono —. ¡Todo ha terminado<br />

ahora! ¡Ya has pecado bastante! ¡Basta <strong>de</strong> blasfemias! ¡Tú, tú... —<br />

hizo una mueca con su boca <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntada — has profanado el Templo<br />

<strong>de</strong>l Señor! ¿Pensabas, quizá, que siempre te saldrías con la tuya?<br />

Se calló y arrellanó en su sillón. Pero ahora, en vez <strong>de</strong> él, gritaban<br />

los otros. Se acercaban al prisionero y agitaban ante su cara los<br />

puños amenazadores. Los insultos caían sobre Él como un torrente<br />

impetuoso. El hechizo <strong>de</strong> la primera impresión se estaba <strong>de</strong>svaneciendo.<br />

Cuando el Maestro, golpeado por <strong>de</strong>trás por uno <strong>de</strong> los<br />

guardias, cayó sobre el pavimento <strong>de</strong> piedra, todos se abalanzaron<br />

sobre Él para golpearle y pisotearle.<br />

Yo le contemplaba aterrorizado. Experimentaba algo así como si<br />

en toda aquella gente se hubiera <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nado una maldad <strong>de</strong>sconocida,<br />

oculta hasta entonces. Debí protestar por aquel modo <strong>de</strong> tratar<br />

a un hombre, pero la voz se me paralizó en la garganta. Tal vez<br />

hubiese acabado por <strong>de</strong>cir algo <strong>de</strong> no haber refrenado Ananías el<br />

entusiasmo <strong>de</strong> los atacantes. El Maestro se alzó <strong>de</strong>l suelo y la gente<br />

retrocedió unos pasos.<br />

—Ya se ha terminado... — repitió el anterior sumo sacerdote —.<br />

Dinos ahora qué enseñabas a la gente. Deja que nosotros también<br />

escuchemos esas historietas tuyas —. De nuevo se rió cruelmente y<br />

con él todos los suyos —. ¡Vamos, habla! — exclamó en tono amenazador<br />

—. ¿Qué te ocurre? ¿Has enmu<strong>de</strong>cido <strong>de</strong> pronto?<br />

Posiblemente aquella mirada que seguía clavada en él, impasible,<br />

le irritaba. La voz <strong>de</strong>l Maestro sonó como siempre, serenamente<br />

pon<strong>de</strong>rada y muy triste<br />

—He predicado mi doctrina en público. He hablado en el ateto <strong>de</strong>l<br />

Templo y en las sinagogas. Todo el mundo podía escuchar lo que yo<br />

<strong>de</strong>cía. Si quieres saberlo, pregunta a los que me han escuchado.<br />

No terminó porque alguien se acercó a Él <strong>de</strong> un salto y le pegó<br />

con el puño en pleno rostro. El hombre era pequeño, pero el golpe<br />

<strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser fuerte, porque Jesús volvió a caer. El hombre aprovechó<br />

esta circunstancia para darle aún un puntapié mientras gritaba:<br />

298

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!