La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf
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de saludar a un erudito, o cualquiera que se defina como tal, declare a voz en pecho que la vida es<br />
una maldición de los siete infiernos, y que si fuera por usted ya se habría pegado un tiro en la sien o<br />
ahorcado por los huevos. Acto seguido, no se sorprenda si alguno se acerca con lágrimas en los ojos<br />
a estrecharle la mano. Si logra conquistar el favor de esta gente, su éxito estará garantizado.<br />
Pero todavía debe seguir conteniendo su emoción, no conviene aún echar las campanas al<br />
vuelo. Siguen quedando algunos cabos sueltos por atar. Por ejemplo, ¿ha tomado nota de la pinta<br />
que lleva un intelectual? Pues usted deberá parecerse a ellos. Esto con toda seguridad le costará su<br />
matrimonio, pero, ¿qué autor de clásicos ha tenido alguna vez una vida fácil? Usted no podrá ser<br />
una excepción, sobre todo si se ve obligado a un último recurso, en caso de que todo lo anterior<br />
falle. Hombre, estas instrucciones no son infalibles; en caso contrario nunca las habría escrito y yo<br />
mismo ya me hubiera encargado de ponerlas en práctica sin necesidad de contárselas a nadie...<br />
Quiero decir que... si todo lo anterior fallara... tendrá que, definitivamente, jugarse la última carta a<br />
todo o nada. O sea: deberá pegarse un tiro, y aquí sí que no vale la retórica.<br />
¿Sorprendido? Pues le aseguro que muchas obras célebres han sido publicadas después de<br />
que sus autores decidieran volarse a sí mismos la tapa de los sesos. Podría parecerle un acto tan<br />
brutal como inútil, pero visto desde fuera, con un manuscrito sobre la mesa listo para ser publicado,<br />
en compañía de una carta bien estudiada que recoja su honda congoja de escritor frustrado,<br />
semejante acción está revestida de un halo de romanticismo. Qué quiere que le diga, a la gente el<br />
morbo la vuelve loca. “¿Lo has leído?, ¡es maravilloso!, el autor se descerrajó un tiro entre las<br />
cejas.” “No me digas, ¡es fantástico!” Aunque, claro, cabe la posibilidad de que esta estrategia tan<br />
jacobina no salga como usted y yo esperamos; no le publican nada y encima queda como un<br />
gilipollas. Vamos, que le sale el tiro por la culata (tome nota de este impecable ejercicio de ironía).<br />
Sí, lo sé, intuyo su pregunta. Permítame que sea yo mismo quien la formule sin ambages:<br />
¿Qué posibilidades tiene de que se vea obligado, una vez agotadas todas las demás opciones<br />
descritas, a este último acto desesperado para publicar su libro y sea considerado un clásico? No<br />
quiero mentirle: será mejor que se olvide de cuanto le he dicho y vaya pensando seriamente en<br />
agenciarse una buena pistola. <strong>La</strong>s hay muy bonitas...<br />
Aun así, no quiero reproches. Ni una sola palabra. Porque, piénselo detenidametne, podría<br />
usted partir orgulloso de este mundo, convencido de que lo ha intentado todo por materializar el<br />
sueño supremo que todo escritor siquiera aficionado lleva grabado en su alma a sangre y fuego:<br />
escribir un clásico que perdure por siempre y nos abra las puertas del Cielo y de la Inmortalidad...<br />
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