La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf
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tímido y no, en cambio, un echao pa lante? “Aprenda a convencer”. Esto sí que es una<br />
impertinencia, porque, si uno no alberga intenciones dudosas hacia los demás, ¿qué motivos habría<br />
de tener para pretender que otra persona cambie de opinión? ¡Allá cada uno con lo suyo, chico!<br />
“Sea positivo”. En eso estoy de acuerdo, pero, oiga, a veces le ocurren a uno cosas que no te dejan<br />
más salida que exclamar “¡menudo hijoputa ese de ahí!”, o “vaya una mierda de situación, cago en<br />
tal”. Es así.<br />
Como ya he dicho, he dejado de darle tantas vueltas a la cabeza. Por ejemplo, de tener que<br />
elegir alguna capacidad artística elegiría sin pestañear cualquiera relacionada con la música. Es fácil<br />
imaginar el porqué. <strong>La</strong> música es un lenguaje universal, seguramente el primero que desarrolló la<br />
humanidad, es inmediato, intuitivo, conecta con una facilidad pasmosa los sentimientos del<br />
intérprete o autor con los del oyente. A un buen cantante o un buen instrumentista le aguardará un<br />
éxito casi asegurado; en todo caso, no dejará de llamar la atención y contar con el favor del público<br />
aunque sólo sea en la estación del metro o en una fiesta de amigos. No es lo que sucede, sin<br />
embargo, con la escritura. A mí me dio por ponerme a escribir cuando contaba con apenas diez<br />
años, y en seguida me di cuenta de que no se me daba del todo mal (o eso me apetece pensar). De lo<br />
que tardaría aún en darme cuenta es de la soledad que lleva aparejada la actividad literaria. Es una<br />
especie de maldición: desde luego no se reúnen multitudes para oírte leer lo último que acabas de<br />
escribir. Pero, en fin, era lo que me gustaba hacer y, hasta la fecha, es lo que sigo haciendo.<br />
Tengo varios libros escritos, entre ellos varios de poesía, relatos, artículos y alguna novela<br />
no muy extensa. Eso sí, nunca he hecho siquiera el intento de publicar uno solo. <strong>La</strong> verdad es que<br />
como escribo por puro placer me lo planteo como un fin en sí mismo, de manera que no se me ha<br />
ocurrido siquiera pensar en esa posibilidad. Me ha bastado hasta ahora con pasar mis escritos a las<br />
escasas amistades que tengo para que los lean. No obstante, de un tiempo a esta parte, algunos han<br />
insistido en la idea de que debería publicar algo. No sé si lo dicen para complacerme o porque creen<br />
de buena fe que lo que escribo posee algún valor, lo cierto es que tengo un carácter poco dado a<br />
oponer resistencia y, sea por la razón que sea, me he dejado convencer. Desde hace un tiempo, sin ir<br />
más lejos, me he entregado a la tarea de desentrañar (y desmarañar) cuadernos y folios que tengo<br />
desperdigados por toda la casa, intentando ordenarlos lo mejor que he podido. Siempre he sido muy<br />
indisciplinado a la hora de pasar a limpio mis escritos, quiero decir que no los tengo pasado a<br />
máquina o a ordenador, ni siquiera me he tomado la molestia de ser un poco más riguroso en el<br />
sentido de establecer unos criterios estilísticos más serios, diría, algo más profesionales. Me pongo<br />
a escribir tal como me sale y luego lo grapo todo o lo meto en una carpeta sin otro tipo de cuidado<br />
antes de, si acaso, dárselo a leer a alguien. Una vez que examiné un poco más de cerca todo lo que<br />
había reunido me di cuenta de que había muchas cosas que mejorar y pulir. Me compré un<br />
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