La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf
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hacerse los simpáticos, sin comprender que a ciertas edades ya no se estaba para tonterías<br />
semejantes; un joven médico, sin ir más lejos, tuvo la osadía de decirle una vez que la mayor parte<br />
de sus padecimientos derivaban de la falta de afecto y que lo que debería hacer era buscarse una<br />
pareja con quien compartir la vida y, claro, imagínense todos, aulló, a su edad echándose un novio,<br />
como si eso fuera tan fácil, amén de que ya estaba hecho a vivir solo, aunque nadie fuera a creer que<br />
era por falta de oportunidades, que haber pretendientes los había, por ejemplo, un malagueño que<br />
era bastante más joven que él y al que no se le notaba nada su amaneramiento, pese a que era<br />
malagueño y, vaya, todo el mundo sabía el salero que les acompaña, pero eso no quería decir que<br />
todo monte fuera orégano: no se le notaba nada, y punto; pero el caso era ¿por qué demonios tenía<br />
un médico que decirle una majadería como aquélla?, opinaba que los médicos estaban para curar, no<br />
para gastar bromitas. El Sistema intentaba encajar con alguna perplejidad el enmarañado discurso<br />
del testigo, no obstante se vio obligado a encarecerle que concretara en pocas palabras en qué<br />
consistía exactamente su problema, ya que de lo contrario, aseguró, no habría modo de replicarle si<br />
es que había lugar a ello. El señor mayor pareció no haber entendido la cuestión que le acababan de<br />
plantear, en su opinión el problema estaba más claro que el agua; él estaba sólo en el mundo, y no<br />
precisamente por culpa suya, seguro que otros como él, dijo refiriéndose a El Sistema, tenía mujer e<br />
hijos, una madre que lo quisiera y unos hermanos que lo defendieran, por ese motivo todo el mundo<br />
veía las cosas tan fáciles, pero las cosas eran como eran y no como algunos desearían que fuesen, y<br />
resultaba que él no tenía a nadie que le hiciera la comida o le fregara los platos, y eso que ya había<br />
solicitado que le asignaran una asistenta social, pero no se la querían conceder porque afirmaban<br />
que el dinero que tenía en el banco sobrepasaba con mucho el límite fijado para este tipo de ayudas,<br />
e incluso la señorita que lo había atendido tuvo la impertinencia de sugerirle que se gastara el<br />
dinero, que para eso servía, para disfrutarlo, pero bueno, ¿quién se había creído que era?, ¿cómo iba<br />
a imaginar alguien que iba a disfrutar de lo que quiera que fuese con los niveles de azúcar que tenía<br />
y sus problemas de tensión? Además, continuó, ¿pretendía alguien que tirara el dinero por la<br />
ventana, como la vecina del tercero que va al supermercado y llena el carro de yogures y chocolates<br />
para su niña y se compra no sé cuánto de jamón serrano y un papel higiénico carísimo para luego<br />
quejarse de que el dinero no le llega a fin de mes?; eso, como era lógico, no le ocurría a él, porque,<br />
para empezar, dijo, usaba hojas de periódico recortadas que, aparte de teñirle de negro el ojete del<br />
culo, limpiaban tan bien como cualquier otro papel o también los chayotes que se comía al vapor, a<br />
dos perras en el mercado, porque él en la época que se pasaba necesidad su madre cocinaba los<br />
chayotes de una enredadera que colgaba del balcón, y con eso tiraban, pero hoy en día nadie quería<br />
sacrificarse, razón por la que todo iba tan rematadamente mal en el mundo. A todo esto El Sistema<br />
repuso que no veía relación alguna entre lo que decía y el asunto que supuestamente les estaba<br />
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