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La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

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a asumir como ciertas, se dieron cuenta de que habían estado perdiendo el tiempo durante décadas.<br />

¿Para qué molestarse tanto en cubrir con una pátina de legalidad o de ética la interminable lista de<br />

sus turbios negocios? ¡Con lo fácil que hubiera sido, tal y como se estaba haciendo en la actualidad,<br />

entrar a saco y robar sin más contemplaciones! No cabía albergar la más mínima duda al respecto:<br />

el muy respetable Sr. Blankgeist era un puto genio.<br />

Como es lógico la cosa no se detuvo ahí. Una vez los políticos y una gran mayoría del<br />

pueblo mordieron el anzuelo, sólo había que tirar de él con fuerza y recoger los frutos del botín a<br />

manos llenas. Sin cortarse un pelo —de cualquier modo era calvo— el muy respetable Sr.<br />

Blankgeist descolgó el teléfono de uno de sus lujosos despachos y, con los pies sobre la mesa y un<br />

descomunal puro en la boca, hizo llorar de desesperación a los gobiernos europeos al comunicarles<br />

que aún no habían hecho lo suficiente como para que él se dignara a seguir financiando la abultada<br />

deuda pública que tan irresponsablemente habían alimentado. Al principio los países más saneados<br />

intentaron desmarcarse de la amenaza, pero el banquero les hizo comprender que la bancarrota de<br />

cualquiera de los estados más débiles tendría un devastador efecto dominó sobre la moneda común<br />

y que, si eso llegara a ocurrir —“Dios (es decir, él) no ha de quererlo”—, Europa entera acabaría<br />

hundida en el estiércol.<br />

—¿Que no hemos hecho lo suficiente? —protestaba el presidente del gobierno de un país<br />

cuyo nombre conviene omitir—. ¡Pero si estamos con los cachetes del culo al aire, hemos puesto<br />

toda nuestra riqueza a sus pies, incluso controla a su antojo los gobiernos de algunos países de<br />

Europa! ¿Qué narices significa eso de que NO HEMOS HECHO LO SUFICIENTE? Por la Madre<br />

de Cristo, ¿qué más quiere? ¿Mi sangre, mi alma?<br />

—Vamos, vamos, no se altere, sólo se trata de un detalle sin importancia...<br />

—¿Un detalle? ¿UN DETALLE? ¿Qué le parece una multitud prendiéndole fuego al<br />

Parlamento con todos nosotros dentro? Menudo detalle, ¿eh?<br />

—Relájese, lo único que les pido es que... cambien la constitución. Acabad de una vez con<br />

esa pantomima de la soberanía popular... y cédanmela a mí...<br />

—¿Qué? ¿QUÉÉÉ? ¿LA SOBERANÍA?<br />

—Se lo acabo de decir: sólo se trata de un detalle, digamos, un capricho. Quiero... figurar<br />

nominalmente como el Señor de Europa. De cualquier modo, sería cuestión de reconocer<br />

legalmente una situación que ya es de facto...<br />

—Clavos santificados de Cristo, ¿ES CONSCIENTE DE LO QUE ME ESTÁ PIDIENDO?<br />

—Bueno, sí, quizás se trata de una petición un tanto codiciosa, pero es que soy banquero, ya<br />

me comprende... Escuche: a veces no hay sino que usar un poco de imaginación... Venga, no quiero<br />

excusas: echadle un par de huevos y prometo que por muy fea que se ponga la cosa no os voy a<br />

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