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La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

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Sr. E.: No, no, tiene razón, ¿acaso se recuerda a algún escritor famoso que pesara ciento veinticinco<br />

kilos?<br />

Yo: <strong>La</strong> verdad es que, ahora mismo, no me viene ningún nombre a la cabeza. Lo cual tampoco<br />

quiere decir que…<br />

Sr. E.: ¿Lo ve? Nadie puede escribir una gran obra sin una vida desdichada y llena de<br />

padecimientos… Está bien, haré un gran sacrificio en aras de mi brillante futuro como escritor: no<br />

me comeré las hamburguesas… Coño, qué mal lo estoy pasando.<br />

Yo: No llore, hombre, tampoco es para tanto.<br />

Sr. E.: ¿Que no? ¡Hostia puta!, se me está cayendo la baba de las ganas que tengo. Mire, mire… Si<br />

usted supiera… Oh, perdone, ¡claro que lo sabe! Ha pasado hambre de verdad, no como yo que…<br />

Yo: Vamos, hombre, no se culpe, todo es empezar. Dentro de una temporada podrá prescindir de las<br />

papas fritas y más adelante, quien sabe, incluso del alioli. No se desanime, todo se arreglará.<br />

Sr. E.: Claro, usted hasta puede permitirse el lujo de ser condescendiente conmigo. Esa experiencia<br />

que ha tenido, ¡oh, es tan valiosa! Lo único que le falta es haber tenido una historia de amor<br />

tormentosa. Entonces tendría el perfil exacto, la pasta que hace falta para forjar un gran escritor…<br />

Yo: Bueno, para serle sincero, ese requisito también lo cumplo —no sé si para bien o para mal—, lo<br />

cierto es que tuve una historia de amor que podría calificarse de tormentosa.<br />

Sr. E.: ¡Ahí va, pero si tengo delante a un Hemingway! Cuénteme todos los detalles, por su vida.<br />

Yo: No sé cómo describírselo. Yo me encontraba en una situación de necesidad realmente<br />

preocupante, apenas lograba reunir lo suficiente como para mantener cuerpo y alma reunidos;<br />

además, creía que mi vida había llegado a su fin, a pesar de mi juventud… Me sentía extrañamente<br />

viejo, como si cargara sobre mis hombros el peso de una era inmemorial, inmerso en una vida que<br />

parecía haber zozobrado sin remedio. Todo me parecía recubierto de una especie de nebulosa hecha<br />

de tentáculos oscuros que se adentraban por debajo de mi piel y me comunicaban un frío agónico y<br />

atroz, una tristeza infinita… como si me penetrara a quema ropa el sufrimiento descarnado del<br />

mundo. De repente, me sentía como un espectro… Recuerdo vívidamente ir por una calle atestada<br />

de gente y nadie siquiera rozarme… Era como haber muerto, como no saber si era parte de una<br />

pesadilla de la que no podía despertar… Me invadió un dolor tan agudo que tuve que detenerme,<br />

jadeando, con las lágrimas bañando mi rostro y la mano abierta en el pecho… ¿Dónde está Dios,<br />

pensé, dónde está si es que existe?<br />

Sr. E.: ¡Oh, es extraordinario! Lo que acaba de contar podría ser el inicio de una gran obra… Siga,<br />

por favor, siga…<br />

Yo: El hambre, el abandono, el frío, la indiferencia, en fin, todo me empujaba a una situación límite;<br />

llegué a estar muy cerca de la locura. Percibía con una nitidez pasmosa el momento inevitable que<br />

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