La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf
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Como los egipcios<br />
Este relato está basado en hechos rigurosamente reales,<br />
acaecidos hace más de tres mil años.<br />
<strong>La</strong> mañana se había levantado con un aire denso y caliente que hacía presagiar una jornada<br />
de bochorno igual de vigorosa que cualquier otra de las más caldeadas de pleno agosto, si no más,<br />
aunque de hecho transcurriera durante el último viernes de una primavera de abril, algo<br />
intrínsecamente inapropiado desde todo punto de vista. En la universidad se impartía la última clase<br />
antes de los exámenes de final de curso. Por delante quedaba todo el mes de mayo para que los<br />
estudiantes abarrotaran las bibliotecas del campus en un intento de apuntalar sus conocimientos a<br />
base de codos. Pero mayo era un mes muy largo y los codos, además de hincarlos, también podían<br />
empinarse en no poca media y ya abundaban por todos los tablones de anuncios convocatorias para<br />
las más variadas fiestas. El cerebro y el hígado eran los dos órganos que más salían sacrificados.<br />
A nadie se le escapaba, sin embargo, que la última clase era un mero trámite (casi se podía<br />
decir lo mismo del resto del curso); la suerte ya estaba echada y poco —o nada— de lo que pudiera<br />
decirse en aquellas horas finales se creía con trascendencia suficiente como para alterar el orden,<br />
digamos, natural de las cosas. Así es que ¿qué otra excusa necesitaban los alumnos de la<br />
universidad para cambiar sus aburridas e inútiles clases por la arena y el frescor de la playa que<br />
tenían a pocos kilómetros? Intentar convertir la cuestión en una disyuntiva era casi un ejercicio de<br />
cobardía. No obstante siempre están los dos o tres abnegados, los típicos que carecen de toda<br />
imaginación y sentido del humor, dispuestos a respetar las normas y hacer cumplir sus obligaciones<br />
hasta las últimas consecuencias, como si la vida se les fuera en el intento. Hay que decir, por mucho<br />
que nos disguste, que gracias a ellos el mundo sigue funcionando, más mal que bien. Asimismo<br />
estaban los dos o tres que se dedican a recoger apuntes para sus amigos. En muchas universidades la<br />
presencia en las clases es algo de lo que casi se puede prescindir. Por lo general la labor de los<br />
estudiantes se reduce a una simple labor taquigráfica, recoger apuntes apresuradamente desde la<br />
primera hora a la última, hasta que el afán humano de acortar por la vía más recta acaba dando<br />
como resultado que éstos se organicen en grupos y se vayan alternando en esa tediosa tarea. Luego<br />
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