La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

disponer lo necesario para que una empresa se hiciera cargo del papel, poner en marcha las
correspondientes campañas de concienciación y reunir los recursos necesarios para todo ello
derivaría seguramente en una sustancial subida de impuestos, y si alguien era capaz de entender,
siquiera someramente, los fundamentos de la política sabría que dicha circunstancia podría costarle
unas elecciones a su partido, es decir, a su papá, amén de que considerado el asunto desde una
perspectiva estrictamente empresarial, los costes superaban con mucho los beneficios que
comportaban un papel reciclado, en todo caso de muy mala calidad y apenas aprovechable para
limpiarse el culo. El Sistema le rebatió argumentando que el papel reciclado presentaba
innumerables aplicaciones, bastaba un poco de imaginación e iniciativa. El joven desdeñó estas
consideraciones y repuso que él, personalmente, tenía por costumbre retirar el saludo a todo aquel
que ahorraba demasiado papel o demandara que el mismo fuera reciclado, por ir en contra de los
intereses de su cuñado que regentaba una distribuidora de papel; ése era el motivo por lo que él,
como primera medida a tomar tras su toma de posesión, iba a prohibir el uso del correo electrónico
y de los medios telemáticos y había asumido el compromiso ante sus electores de hacer cuanto
estuviera en su mano para impedir la difusión de Internet en el municipio, lo cual era preferible a
que una cantidad considerable de ciudadanos se quedara sin empleo, empezando por su cuñado,
aunque, se sinceró, la idea del reciclado de papel no le parecía mala en sí misma —era consciente
de los beneficios que proporcionaba al medioambiente— sino que el sistema la hacía inaplicable,
por mucho que los más insensatos se empeñaran en lo contrario.
Y así fueron desfilando un testigo tras otro, cientos y miles, con muchas pausas y
aplazamientos, hasta el punto de que el juicio duró cerca de un año, en jornadas que muchas veces
duraban hasta bien entrada la noche. La expectación no decayó un solo instante, los medios de
comunicación se hacían eco de cada declaración, de cada detalle, publicando monográficos,
entrevistas, editoriales, reportajes de todo tipo, con miles de fotos, páginas y horas en los telediarios
y programas especiales dedicados al análisis de cuanto ocurría en el juicio, monopolizando la
atención del mundo. No obstante, El Sistema parecía cada vez más desanimado, todos sus esfuerzos
dialécticos se estrellaban en la verborrea de unos testigos que vertían horas y horas de
declaraciones, la mayor parte de las veces tan incoherentes y con unos argumentos tan dispersos
como los que acabamos de resumir a modo de ejemplo. Por el estrado desfilaron los más
variopintos personajes, desde genocidas que se exculpaban alegando haber sido poseídos por lo que
denominaron fuerzas históricas hasta amas de casa insatisfechas que afirmaban ser víctimas de una
extraña adicción a las compras, pasando por banqueros que declaraban haber perdido la perspectiva
del mundo merced al excesivo tiempo que veraneaban en islas deshabitadas del Pacífico o el
mismísimo Papa, que se sentía discriminado por tener que usar una túnica blanca conjuntada con
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