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La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

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una vez se tranquilizó el ambiente, El Magnate de los Medios de Comunicación pidió la<br />

palabra:<br />

—Todo muy poético, sí señor, pero las palabras se las lleva el viento, qué me van a contar a<br />

mí que me gano el pan enredando a la opinión pública con ingeniosos juegos semánticos...<br />

Libertad, liberalización... dígame, ¿qué carajo le importa eso a un famélico a quien no le<br />

quedan ni lombrices en el culo con que alimentarse? Es lo más estúpido que he escuchado en<br />

mucho tiempo.<br />

Al muy respetable Sr. Blankgeist se le tensionaron todos los músculos del cuerpo ante lo que<br />

sin lugar a dudas constituía una afrenta descarada a su autoridad, sustentada en más<br />

millones de lo que una vulgar calculadora es capaz de medir. Decidió, sin embargo,<br />

tomárselo con cierto sentido del humor y continuó sonriendo como un tiburón que se hubiera<br />

zampado de un solo bocado a todo un banco de peces, aun cuando se girara una vez más<br />

para encarar a uno de sus enormes guardaespaldas y dirigirle unos cuantos movimientos de<br />

ceja. Concretamente dos. Como si un rayo divino le hubiera alcanzado de forma fulminante<br />

concediéndole repentinamente la gracia de la vida, éste se abalanzó con inusitado ímpetu<br />

hacia El Magnate de los Medios de Comunicación y le arreó un sopapo tan grande que el<br />

pobre hombre quedó despatarrado en el suelo a unos diez metros de donde se originó el<br />

impacto, después de dar un doble mortal por los aires y de terminar uno de sus zapatos en el<br />

otro extremo de la sala. Tras un gesto con la cabeza por parte del banquero el<br />

guardaespaldas regresó a su sitio como si hubiera sido teledirigido por control remoto. El<br />

muy respetable Sr. Blankgeist volvió a tomar la palabra:<br />

—Hay que ver qué chistoso es nuestro amigo... Ja, ja, si me estoy meando de la risa, pero...<br />

véndame ese hermoso reloj de oro que lleva puesto —dijo dirigiéndose al Magnate de los<br />

Medios de Comunicación, tan aturdido que le costaba siquiera pensar con claridad.<br />

—Oh... oh... el reloj... ¿Qué le venda el...? Pero, pero...<br />

Todo lo que vino a continuación fue dolorosamente expeditivo. Movimiento sutil del<br />

entrecejo del banquero, tres veces esta vez, acompañado de un movimiento asertivo de<br />

cabeza. Gorila supertrajeado de gafas oscuras que cobra vida repentinamente. Plis plas. Plis<br />

plas. Plis plas. Magnate de los Medios de Comunicación boca abajo con un hilo de baba<br />

escurriéndole por un costado y todo dándole vueltas.<br />

—Dios mío... oh... Sí, ¿dónde estoy? ¿Ah? Por supuesto, Sr. Bank... digo, Blank... oh... aquí<br />

tiene... mi reloj... Caray... deme lo que quiera por él... es suyo, se lo juro por mi santa madre...<br />

Virgen de los Dolores, oh...<br />

—¿Lo ven? —retomó el muy respetable Sr. Blankgeist—, lo que acaban de presenciar es la<br />

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