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La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

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Cómo escribir un clásico y morir necesariamente en el intento<br />

Admitámoslo. Escribir un libro se ha convertido en nuestros días en una febril obsesión. Sí,<br />

sí, para mí también. Llevo años dándole vueltas a la cabeza, ¿sobre qué puedo escribir? Hasta que<br />

he caído en la inutilidad de consumir mis preciosas energías en una cuestión tan compleja. Me vino<br />

como una revelación: semejante ejercicio va en contra de los tiempos, quiero decir, el esfuerzo ya<br />

no lo premia nadie, aquí lo que prima es el resultado, poder decir: “He escrito un libro”, y luego<br />

mirar alrededor con suspicacia para comprobar la atención que semejante enunciado despierta en<br />

los demás. Todos me admirarán. “Miren, ha escrito un libro”, dirán por ahí con los ojos como<br />

platos. ¿Qué más da la temática? Lo cierto es que ya ni se sabe por qué se escribe, en la misma<br />

medida que ya nadie sabe por qué sigue habiendo quien insiste en abarrotar cuatro o cinco<br />

estanterías de libros que no tiene ni la más remota intención de leer. El secreto es éste: lo<br />

verdaderamente relevante no es el libro en sí mismo, sino lo que se diga de él —y así, de rebote, de<br />

su autor.<br />

Vas a Wikipedia, tecleas un título cualquiera y te aparece un resumen razonable de su<br />

contenido. Lees eso y dices: “uau, qué profundo”; entonces corres como un demente a una librería y<br />

lo compras, y luego lo pones a lucir en una magnífica estantería. ¡Fantástico! “Como te digo,<br />

Fulanito, tengo el libro Cual del autor Tal, una obra imprescindible (¿imprescindible para qué?).<br />

¡Oh, no me digas que aún no la tienes!”. Y el otro por dentro carcomiéndose de envidia, “Hay que<br />

ver qué culto el desgraciado este, tengo que hacerme con un volumen igual...” Y con eso quedamos<br />

cubiertos. <strong>La</strong> vanidad, queridos amigos, la vanidad, ¿para qué negarlo? El mundo y la vida siguen<br />

adelante gracias a la vanidad, así son las cosas, y no seré yo quien las cambie, requiere pensar...<br />

Hágame caso, no se coma el coco: escribamos, ¡escribamos por pura vanidad! No hace<br />

falta complicarse la vida: lo que quiera que publiquemos se va a olvidar en uno o dos años —si es<br />

que tanto—, y lo único que va a prevalecer es el vago recuerdo de que éste o aquél escribió un libro<br />

un día. Es lo que nos interesa, la fama, aunque sea derivada de un hecho que no se recuerde<br />

exactamente en qué consistió. ¡Qué más da! Así es que vamos al asunto. A partir de ahora me<br />

propongo a desarrollar una completa guía que le va a ayudar a dar todos los pasos necesarios para<br />

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