La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

delante de una manada de reprimidos —encendió el porro y se lo fumó allí mismo ante las miradas
atónitas de los alumnos.
—Oiga, que sólo hemos venido a coger unos apuntes... —dijo el Estudiante Nº2.
—Ya se nota... Tan jóvenes y ya con tan poca chispa... “Sólo hemos venido a coger unos
apuntes”, como nenés de cinco años... En fin, es una pena, créanme, porque a este mundo le hace
falta algo que lo haga temblar desde los cimientos, algo que despierte a la gente de esa especie de
modorra que parece haber anidado en el corazón de esta infeliz época... Estamos todos paralizados
por las “buenas costumbres”, superpijitos, supercorrectitos y lame culos. ¡Qué asco!
—Me parece que tiene usted un concepto completamente equivocado de nosotros. La
juventud de hoy es muy rompedora, tendría que ver lo que son nuestras fiestas...
—No hace falta que se tome la molestia de explicármelo, conozco muy bien vuestras
fiestas. De hecho las conozco demasiado bien. Es posible incluso que en cualquiera de ellas me
haya tirado a alguna de las que están ahí sentadas con aire de no haber roto un plato. Sí... a usted,
señorita, sin ir más lejos —dijo señalando a la Estudiante Nº1—, el pasado fin de semana...
—¡Por Cristo crucificado! —exclamó la Estudiante Nº1—. ¿Cómo se atreve a insinuar
siquiera algo semejante? No me liaría con un tipo repugnante como usted aunque estuviera borracha
como una cuba.
te lo garantizo.
—Borracha quizás no, pero de pastillas hasta el moño... Tranquila, no te enteraste de nada,
—Que me suspenda si quiere ¡pero yo a este tío le voy a dar su merecido ahora mismo! —
irrumpió el Estudiante Nº4.
—Ah, sí, el cachitas... Por cierto, su nombre era...
—Me llamo (***). ¿A qué viene la pregunta?
—Pues verá, la chiquita ésta me vino y se remangó la minifalda... Uuuh, no tenía bragas y
se me echó encima susurrando tu nombre...
—¿Qué, me confundiste con esa piltrafa? —dijo el Estudiante Nº4 a la Estudiante Nº1.
—¡Claro que no, está mintiendo el muy bellaco! ¿Cómo iba yo a...?
—Sí, sí, ese caballito de mar que tienes tatuado en la nalga izquierda... Qué monada.
—¡Pero si yo no tengo ningún caballito de mar en...!
—¡Cállense todos, aquí se va a cometer un crimen ahora mismo! —dijo el Estudiante Nº4
sacándose una navaja del bolsillo.
—Eh, nene, guarda eso, no vaya a ser que te hagas pupita. ¿No ves que estoy de coña?
—O sea ¿que me está vacilando?
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