La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

Él: ¿Usted diferencia entre días buenos y días malos? Lo que el día sea espléndido se da por
supuesto, tanto como la gracia de estar vivo.
Yo: Bueno, en fin, es una forma de hablar, ya sabe, de romper el hielo entre usted y yo...
Él: No veo la necesidad de romper nada; para mí una conversación silenciosa tiene tanto valor
como una en la que se emiten palabras. Salir por ahí diciendo “Buenos días” equivale a acercarse a
alguien y decirle “Hola, su camisa es roja”.
Yo: Caballero, su comentario me parece una grosería inadmisible hacia alguien que lo único que
pretendía era ser amable...
Él: Oiga, no tiene que intentar ser nada, más que usted mismo. Intentar ser amable suena a verse
obligado a forzar una situación, como quien intenta hacerse el simpático. Créame: es mejor
quedarse callado. En mi mundo, cuando nos cruzamos entre nosotros, nos basta con mirarnos a los
ojos.
Yo: ¿Debo presumir que en su mundo no existen reglas de comportamiento?
Él: ¿Reglas? Hemos desterrado todas las reglas desde hace miles de años, por el cómputo de su
sistema solar. Aunque... en realidad sí que tenemos una regla, una sola: HACER LO QUE NOS
SALGA DE LOS COJONES. Eso nos basta y sobra. Cuando le damos un regalo a alguien, y damos
muchos, nuestra frase preferida es: “Toma y haz lo que te salga de los cojones”. Cuando viene
alguien a nuestra casa —digo viene, porque nunca invitamos a nadie, allí cada uno va y entra según
le dé el fresco— el mayor cumplido que podemos hacerle es...
Yo: Sí, ya, “Haz lo que te salga del pito”, ¿no es así?
Él: ¡Exactamente! Lo consideramos una muestra suprema de educación.
Yo: ¡Jesucristo! Vivir en su mundo debe de ser terrible.
Él: Oh, no lo crea, no nos va nada mal. Para nosotros cada día es una fiesta, nos pegamos unos
juergones de campeonato.
Yo: Cuesta creer que una civilización como la descrita por usted —digo civilización por decir algo,
porque, para el caso que nos ocupa, vaya uno a saber cómo calificar el orden, quiero decir, el
desorden que parece reinar en su mundo— sea capaz de alumbrar un artefacto como ése del cual
acaba de apearse, sin duda una nave espacial cuya tecnología se haya infinitos pasos por delante de
la nuestra.
Él: Bueno, no está mal... aunque es un poco aburrida. Las exigencias técnicas obligan a que sea tal
y como es. Ni más, ni menos. Ni le sobra ni le falta, no permite licencias poéticas, tan de nuestro
agrado...
87