La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf
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existencia: la cerveza con tapas de calamares en su tinta y queso tierno, y a comer como un cerdo —<br />
animal que fue erigido por Él como sagrado cuando probó por vez primera el jamón serrano.<br />
Estando un día en la tarea misma de profundizar en —digo, penetrar a— la naturaleza<br />
femenina, cosa que hacía a la vista de todos para dejar patente el grado de maestría que había<br />
alcanzado en tales menesteres, se Le acercó un discípulo y Le hizo la Gran Pregunta: ¿cuál entendía<br />
el Gran Maestro que era el secreto de la Felicidad? Él, sin detener el movimiento perfecto que le<br />
exigía Su gran ejercicio espiritual, respondió con los ojos entornados de júbilo:<br />
Verdades:<br />
“Esta es mi última y gran revelación, la más importante de todas las Grandes Nobles<br />
El secreto está en la Bartola.”<br />
En efecto, la naturaleza femenina que servía con regularidad a Su Gracia, y que Le servía en<br />
aquel momento sublime, se llamaba Bartola. ¡Que gran revelación! Y éstas fueron las últimas<br />
palabras que el oído humano tuvo ocasión de escuchar del Gran Maestro. Fue la muerte más<br />
perfecta que cualquier ser haya alcanzado jamás. Momentos antes se había alimentado<br />
profusamente del animal sagrado (se comió Él solito la mitad de una pata entera de jamón de pata<br />
negra) y, asimismo, consumido cantidades ingentes del elixir de la existencia: se hallaba en estado<br />
de gracia absoluta, marineado en alcohol hasta el mismo tuétano. Luego se pegó a la Bartola cinco<br />
horas seguidas hasta que pronunció Sus palabras finales y alcanzó, según quedó reflejada en Su<br />
expresión desencajada, el arrebato de placer, de éxtasis e iluminación mejor logrado hasta entonces<br />
por ningún ser en el Universo. <strong>La</strong> liberación de Su Ser fue absoluta: su rostro, una vez hubo dejado<br />
el mundo de los mortales, trasmitía, a todos los que tuvimos el privilegio de presenciar Su último<br />
gran acto sagrado, una inmensa felicidad y gozo sin límites. Fue el mayor ejemplo jamás legado a la<br />
humanidad entera: el Gran Maestro nos había revelado El Camino.<br />
Está claro que el Maestro no se explayó más extensamente sobre esta última Gran Noble<br />
Verdad porque sabía que era la más profunda de todas. En efecto, sencillamente nos la dejó sin<br />
ningún comentario para que nosotros meditáramos sobre ella y la desarrolláramos por nosotros<br />
mismo. Y fue así como nació la tercera y última de las grandes escuelas herederas de la Gran<br />
Doctrina: <strong>La</strong> Santa Escuela de la Bartola Sagrada. Sus seguidores defienden que <strong>La</strong> Bartola tiene un<br />
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