La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

Yo: ¿Tiene alguna constancia de ello? Mi nombre es (***).
Sr. E.: Ajá.
Yo: ¿Quiere decir eso que sí?
Sr. E.: Ajá.
Yo: ¿Que sí sabe de qué estoy hablando o que ha decidido algo al respecto?
Sr. E.: Ajá.
Yo: ¿Significa eso una respuesta afirmativa a las dos cuestiones que le acabo de plantear o es quizás
una incitación a que le aporte algún otro dato?
Sr. E.: Ajá.
Yo: Oiga, con todo el respeto, ¿qué significa “ajá”?
Sr. E.: Pues que no tengo ni puñetera idea de qué me está hablando.
Yo: Bueno, ¿y por qué no lo dice?
Sr. E.: Ajá.
Yo: ¿Qué significa eso ahora?
Sr. E.: Pues que estoy de acuerdo con su opinión.
Yo: ¿Qué opinión?
Sr. E.: Pues con que debería hablar con más claridad, vaya.
Yo: Muy bien, ¿y por qué no lo hace?
Sr. E.: Pues porque he decidido ser un hombre hermético, encerrado en mí mismo y cuyos mensajes
al exterior se presten al equívoco y la confusión. Es más, sepa usted que vendo muy caras mis
palabras. ¿Tiene algo en contra?
Yo: Qué va, hombre, por mí puede hacer lo que le dé la gana. Lo único que me interesa es averiguar
algo acerca de mis escritos.
Sr. E.: ¿No va a enfadarse?
Yo: ¿Existe algún motivo por el que deba hacerlo?
Sr. E.: A decir verdad, sí. Me gustaría que se enfadara. Es una cuestión de amor propio, necesito
hacer con que la gente se sienta herida por mi forma de ser.
Yo: Lo siento, pero no sé adónde demonios quiere ir a parar.
Sr. E.: Ajá, empieza a enfadarse… Enfádese, enfádese.
Yo: Coño, no me pique, a ver si me voy a enfadar de verdad, hombre. ¿Me quiere decir de una vez
qué pretende?
Sr. E.: Es una cuestión literaria, amigo mío, de literatura de altos vuelos que se dice, ¿me
comprende? Nadie puede ser un escritor digno de ese nombre sin un pasado atormentado.
Yo: ¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que le ha pasado?
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