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La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

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El sistema<br />

Los titulares de los principales medios de comunicación del mundo eran unánimes: por fin<br />

se iba a hacer justicia, después de siete u ocho mil años de civilización. No obstante, rigurosamente<br />

hablando, los antecedentes de los hechos que nos ocupan se presumían de una época infinitamente<br />

más antigua: según algunos especialistas, podían datar nada menos que del remoto y mítico instante<br />

en que el primer homínido se irguió en sus patas traseras y dio los primeros pasos como bestia<br />

bípeda, liberando los miembros superiores de la pesada tarea de tener que ayudar en la locomoción<br />

del cuerpo. Entonces, aproximadamente cinco minutos después de este trascendental suceso, se<br />

produjo el primer puñetazo. Claro que en esos tiempos tan longevos todavía no se había inventado<br />

siquiera el más elemental rudimento de lenguaje, por lo que era del todo imposible entablar un<br />

intercambio de información suficiente como para que la víctima pudiera exigir de una manera<br />

razonable y estructurada una explicación en detalle, siquiera sucinta, de tan desaforada acción.<br />

Asimismo hemos de dar cabida a la fatal sospecha de que, una fracción de segundo después,<br />

hubieron de contabilizarse varias magulladuras por ambas partes, si es que dicho intento, digamos,<br />

embrionario de discusión no derivó, rápido como el rayo, en una riña tumultuaria de tres pares de<br />

narices.<br />

Hemos de admitir, no obstante, que la versión de los hechos que acabamos de conjeturar no<br />

podrá contar jamás con la certidumbre incontestable de un testimonio presencial; sin embargo,<br />

permítasenos la arrogancia, tampoco es que sea rigurosamente necesario. Nos conocemos de sobra,<br />

y eso nos basta. Los seres humanos obedecemos a una especie de inercia irrefrenable que nos<br />

arrastra, con la fuerza de una impetuosa marea, hacia la culminación de todo aquello que se nos<br />

representa, aun vagamente, como posible. Es sencillo de entender: si del hecho de descubrirme con<br />

los puños libres vislumbro la posibilidad teórica de atizar al que tengo enfrente, la acción<br />

subsiguiente será, pues, ésa: atizar al que tengo enfrente. Esta sencilla pero demoledora lógica es<br />

susceptible de ser aplicada con mínimos márgenes de errores a todos los demás comportamientos de<br />

los humanos, por muy inocentes que en un principio pudiéramos juzgarlos. El primer protohombre<br />

que encendió una antorcha, inmediatamente después se la acercó al trasero del que tenía más cerca;<br />

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