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La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

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Monopolio...; se abalanzó sobre él con singular brutalidad arrebatándole con su poderosa<br />

garra el bollito macrobiótico, y por un tris la mano que lo sujetaba, haciendo llover migas en<br />

varios metros a la redonda. Una vez obrada animalada semejante el guardaespaldas no se<br />

resistió, sin embargo, a meterse en la boca un trocito de bollo que quedó entre sus dedos.<br />

Casi al instante le asaltó un fulminante ataque de tos que le valió perder su compostura<br />

robótica y salir de la estancia apresuradamente en busca de un lugar donde descargar el<br />

gaznate.<br />

Mientras tanto el Sr. Empresario del Monopolio de la Alimentación permanecía atónito, tan<br />

impactado que parecía suspendido en sus funciones vitales, su boca igual de abierta que la<br />

de un pez sacado inesperadamente del agua.<br />

Al muy respetable Sr. Blankgeist se le veía muy complacido, regocijado de poder dar una<br />

lección a un sujeto con tan evidente falta de modales. Pero lo que pretendía era impartir una<br />

lección de más alto vuelo y trascendencia: vislumbró en un momento de inspiración que<br />

aquél era el momento para dar a entender el meollo de cuanto se estaba tratando. Dijo:<br />

—Sr. Empresario de..., ¿cree que puedo liberarle de su dependencia por esos repulsivos<br />

bollitos? Repito: ¿L-I-B-E-R-A-R-L-E?<br />

—¿Pero qué clase de pregunta es esa? —repuso el Sr. Empresario del... con indisimulado<br />

malhumor—. Me ha dejado usted sin mi bollito macrobiótico, así, ¡por la puta cara!, justo<br />

ahora que empezaba a desengancharme de los antidepresivos... ¿Y me pregunta si puede<br />

liberarme? Permítame decirle algo: NADA puede suplir el vacío que me causa la carencia de<br />

mis bollitos, ¿ha escuchado bien? ¡Nada!<br />

—Le entiendo —retomó el banquero con una mueca de satisfacción sádica—, y no imagina<br />

hasta qué punto... Porque lo cierto es que... ¡nadie puede LIBERARLE de nada! Ahora bien,<br />

preste mucha atención: lo que sí puedo hacer es L-I-B-E-R-A-L-I-Z-A-R-L-E... ¿Comprende<br />

la diferencia?<br />

—¿Liberalizarme? B-bueno, ¿quiere eso decir que va a devolverme el bollito? ¿Eh, eh? ¿Va<br />

a hacerlo? Mire, me pongo de rodillas ante usted, se lo imploro... estoy dispuesto a lo que<br />

sea, hasta me dejo cortar una libra de carne 6 .<br />

Mala suerte. El muy respetable Sr. Blankgeist volvió a mover el entrecejo en dirección a uno<br />

de sus descomunales guardaespaldas, esta vez hacia el de la izquierda. No obstante, el de la<br />

derecha, con el recuerdo aún fresco del mal rato que le hizo pasar el bollito macrobiótico,<br />

6 (N. del E.) <strong>La</strong> catadura literaria de este relato es tan sumamente pobre que su despreciable autor intenta parchearlo<br />

con referencias pseudo eruditas como ésta, en el seguro convencimiento de que obrando de tal modo conseguirá<br />

encandilar el ánimo de algún incauto aún más despreciable e ignorante que él (lo que ya sería un logro). Dicha<br />

referencia está sacada de El mercader de Venecia de Shakespeare, en donde el usurero Shylock consiente conceder<br />

un préstamo al mercader Antonio con la condición de cortarle una libra de carne en caso de impago.<br />

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