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La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

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Sistema veía con preocupación cómo la situación se le iba de las manos. Apeló al presidente del<br />

Tribunal intentando impugnar la validez de las supuestas pruebas presentadas por la testigo,<br />

alegando una falta evidente de relación causa-efecto entre éstas y el contenido de los cargos que se<br />

dirigía en su contra. El presidente, no obstante, le recordó que la acusación que había dado lugar a<br />

aquel proceso era de tal magnitud y alcance y englobaba tantas y tan variadas cuestiones que no se<br />

le ocurría ninguna que pudiera quedar completamente fuera del mismo, de manera que le conminó a<br />

tener en cuenta hasta la última coma de las declaraciones y pruebas presentadas por los testigos y el<br />

fiscal. El Sistema a esas alturas empezaba a sudar a mares al intuir lo que se le venía encima, pero<br />

recobró la compostura y retomó su línea de defensa preguntándole a la mujer en qué medida creía<br />

ella que el hecho de que su prima Alberta viviera lejos de su casa y que por medio hubieran cinco<br />

controles de peaje y que las carreteras secundarias que servían para sortearlos estuvieran hechas un<br />

asco era responsabilidad de él y no de <strong>otras</strong> circunstancias. <strong>La</strong> testigo recuperó de inmediato su tono<br />

exaltado y respondió que desde luego ella sí que no tenía ningún tipo de responsabilidad en todo<br />

eso, porque nadie decente iba a pensar que era culpa suya que su prima se casara con un gallego y<br />

se fuera a vivir a Lugo o que el gobierno regional se gastara casi todo el presupuesto en pagar las<br />

nóminas de una legión de funcionarios que apenas producían algo de provecho, viéndose obligado a<br />

implantar tasas y gravámenes de todo tipo y entregando en manos privadas, por ejemplo, la gestión<br />

del mantenimiento de las autopistas, o que, por el mismo motivo, se abandonaran a su suerte las<br />

carreteras secundarias o que, como le había ocurrido a ella, fuera víctima de las confusas<br />

indicaciones de un sistema GPS que constituía todo un fraude, ya que dicho dispositivo fue<br />

anunciado a bombo y platillo en la oferta del todoterreno que se compró —a unos intereses<br />

leoninos, por cierto— y que, sin embargo, la había guiado —a ella, una pobre madre de familia<br />

indefensa— hasta los cuernos de una vaca que muy bien pudo ocasionarle la muerte, por no<br />

comentar la desidia de los de Medioambiente al permitir campar por sus fueros a un animal salvaje<br />

sin ningún tipo de control. Teniendo en cuenta el cariz que iban tomando los acontecimientos, a El<br />

Sistema no le quedó más remedio que arrojar la toalla al entender la imposibilidad de sacar algo en<br />

claro de la testigo. Tomó la decisión de rebatir todos los puntos presentados por ésta en su alegato<br />

final, de modo que declaró no tener más preguntas.<br />

A continuación el presidente del Tribunal concedió la venia al fiscal para que diera paso a su<br />

siguiente testigo. Se trataba de un señor de unos setenta años de edad que se movía a espasmos<br />

nerviosos y ostentaba en el rostro un rictus serio con un deje de amargura. Llevaba un bolso de<br />

considerable tamaño colgado del hombro y un chubasquero en uno de los antebrazos. Llamaba<br />

poderosamente la atención el hecho de que, pese a la temperatura agradable de la sala, llevara<br />

puesto varias capas de abrigo y una gruesa bufanda. Antes de iniciar su declaración se dirigió al<br />

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