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La nueva libertad y otras 9 pajas mentales-pdf

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pensamientos, con mi estigma, y la voz de la abuela martilleándome desde los abismos del<br />

subconsciente. En esos momentos me afloran todo tipo de pensamientos tenebrosos, uno de los más<br />

recurrentes tiene que ver con esa odiosa majadería de quienes se empeñan en decir que dedicarnos a<br />

las reparaciones caseras y al bricolaje es divertido. Se supone que la sola palabra bricolaje por sí<br />

misma debería resultarnos divertida, a mí me suena odiosa. No sé de dónde demonios han sacado<br />

una idea tan estúpida, me quedo atónito ante los programas que se dedican a fomentar tamaña<br />

falsedad. Vamos, si uno repara algo es porque se le ha roto, no porque le divierta. Me parece<br />

increíble cómo se manipula el sentimiento de la gente; como necesito vender mis productos, lo que<br />

hago es intentar convencer a los incautos de que atornillar una chapa de madera o hincar un clavo es<br />

divertido. Lo mismo con los muebles “móntelo usted mismo”; como no me da la gana de pagar a un<br />

montador de muebles, lo que hago es convencer a la gente de que montar sus propios muebles es<br />

divertido. Pero no, no lo es, puedo asegurarlo con toda rotundidad. He montado más de una docena<br />

de esos muebles, y es un auténtico coñazo; “encaje la pieza Nº 21 con la pieza Nº 22”, sí, muy bien,<br />

pero el caso es que ¡a veces no encaja ni a patadas! Cuando escucho cosas así me dan ganas de<br />

coger una escopeta y matar a alguien.<br />

A la semana siguiente, durante el sábado por la noche, me sentía inquieto. “Va a pasar<br />

algo”, le decía a mi mujer. “Deja de ser negativo”, me contestaba ella, “no va a pasar nada”. Bum,<br />

salta la cisterna del baño pequeño. No me lo podía creer, como ya he dicho, era la tercera vez que se<br />

averiaba en dos años. “Te lo digo yo”, le volvía a decir a mi mujer, “¡se trata de una maldición!”<br />

Empiezo a sudar y se me suben los colores, ya me estoy temiendo lo peor. “No te preocupes”, decía<br />

mi mujer”, esto tiene fácil arreglo, sólo tienes que cerrar la llave de paso de la cisterna; mientras<br />

tanto usaremos sólo el baño grande y podrás estar relajado el fin de semana”. Muy bien, pensé,<br />

cierro la llave de paso y ya está, ni siquiera tengo que arreglar la dichosa cisterna esta semana, ¡por<br />

fin algo sencillo! Sí, la vida es bella y sencilla, ¿verdad? Entonces, cuando cierro la llave de la<br />

cisterna, descubro que está rota. Me viene a la cabeza el consejo que me dio la señora de la<br />

ferretería de la esquina: “mira, miniño, cuando instales estas llaves de paso es conveniente que las<br />

abras y las cierres al menos una vez a la semana, es por la calidad del agua, ¿entiendes?” Sí, pero se<br />

me había olvidado... Eso significaba que tendría que cerrar otra vez la llave general y que el lunes<br />

sin falta tendría que ponerme con la reparación de la cisterna, me apeteciera o no. Parecía como si<br />

en los fines de semana el sol fuera incapaz de brillar. Me volví a pasar todo el domingo con un<br />

humor de perros. Ya no me cabía duda de que alguien en alguna parte me estaba sometiendo a una<br />

dura prueba, “¿no te gusta el caldo?, ¡pues ahí van tres tazas!” Y la risa sarcástica de la abuela, ¡ay,<br />

esa risa retumbando en mis sueños! Era más de lo que podía soportar. “Lo sé, lo sé, ¡soy un inútil!”<br />

Y bien, la escena volvió a repetirse. Nada más entrar en la ferretería de la esquina la señora<br />

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