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ir con poca dificultad, porque la manera en que se relacionan con la lengua
escrita en la escuela es la misma que en sus casas.
Todas las habilidades que llevan a que el niño construya su idea de lectura
emergente están propiciadas o son potencialmente aprendidas a través de la lectura
de libros compartida, así como de otras actividades que tienen que ver con
la narración de historias, según Reese, Cox, Harte y McAnally (2003).
Valor de la narración
Una de las experiencias más relevantes en el proceso de alfabetización emergente
es la comprensión de cuentos leídos oralmente. Se ha constatado reiteradamente
cómo la lectura de cuentos juega un papel muy importante en el
desarrollo de la alfabetización; existe una revisión del tema en la excelente y
clásica obra de Teale (1984), corroborada en estudios posteriores como se recoge
en la revisión de Yaden, Rowe y MacGillivray (2000).
Langer (1994), de forma indirecta, plantea la importancia de la narración
para un posterior proceso de alfabetización, basándose en que cuando un sujeto
sabe la función que tendrá un aprendizaje, éste le será más accesible. En este
sentido, si un niño sabe que podrá acceder a narraciones de forma autónoma si
aprende a leer, el aprendizaje formal de los códigos se verá facilitado.
En la misma línea, Sulby y Barnhart (1994) argumentan que los niños
empiezan a leer convencionalmente los libros de cuentos incluso antes de acudir
al jardín de infancia, si han tenido experiencias previas; por ello proponen
que en la escuela se realicen actividades de este tipo. En este sentido, ofrecen
un plan amplio y rico en experiencias educativas que conviertan al niño en un
lector emergente, preparado para la alfabetización, una de cuyas claves está en
la lectura de cuentos.
Existen trabajos en los que se expresa que el elemento predictor más fuerte
sobre el éxito en las actividades de lectura es la lectura de historias a los niños.
Ya Wells (1987) recoge un buen número de ejemplos. Escuchar el texto tiene
distintos efectos en los aprendices: empiezan a adquirir experiencia sobre la
organización textual y sobre la construcción de significados, así como sobre los
ritmos y estructuras específicos de la lengua escrita; empiezan a darse cuenta de
la conexión entre el texto escrito y el habla. En algunas historias también obtienen
comprensión sobre los aspectos funcionales de la alfabetización, aunque
según el autor éste será el nivel menos relevante, más indirecto o circunstancial.
El mensaje escrito será una fuente de información y por tanto de conocimiento
general; y, de modo específico, de vocabulario. Con todo, lo más importante
para Wells es que al construir la interpretación en base al texto, los niños empiezan
a enfrentarse con el potencial simbólico del lenguaje y con su poder de
representar la experiencia mediante símbolos independientes de los objetos y
acontecimientos, que pueden reproducirse en contextos distintos a aquellos en
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