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historiadores de arte, había crecido durante los primeros cincuenta años una colección
heterogénea de objetos que provenían de préstamos, donaciones y herencias. Por razones
financieras, la compra para tener una colección propia no era posible. De esta manera,
el museo guardaba, especialmente de las parroquias, obras de arte subestimadas y era,
sobre todo, una colección de presentación como los museos de arte decorativo con obras
de arte de la Edad Media y sus copias respectivamente, y así fomentaba la manufactura
contemporánea. En el momento de su fundación solo había un museo más en Colonia. En
1991 ya había cinco museos de arte y un gran pabellón, que estaba disponible para que
cualquiera de los museos hicieran sus exposiciones especiales, y además el Kölnischer
Kunstverein, como lugar de exposiciones de arte contemporáneo. El nuevo posicionamiento
del Museo Arzobispal se llevaba a cabo dentro de un amplio paisaje museal, sobre la base
de una colección más o menos aleatoria de pinturas, esculturas, objetos litúrgicos, casullas y
objetos de la devoción popular de más de dos milenios. Además sucedía ante el panorama
social de una creciente sociedad lejana a la iglesia y en muchos sectores ya ni siquiera
cristiana.
Surgió un nuevo museo –como edificio y como laboratorio estético– entretanto varias
veces premiado por su arquitectura y por su trato de la sustancia histórica, así como también
por su concepto de curaduría, que entiende el trabajo museal no orientado hacia el evento
mismo sino como sostenible y duradero. Conservar e investigar siguen siendo las columnas
vertebrales del trabajo, que se desarrolla en el esmero por una precisión constante sobre
estas tareas específicas. El concepto de Kolumba no establece diferencia entre exposiciones
permanentes y temporales. Más bien, cada 14 de septiembre volvemos a amoblar la casa
por el tiempo de un año y ponemos la colección bajo un nuevo ángulo de vista y en una
nueva escogencia. Sin embargo, hay algunas obras de arte que están presentes de manera
duradera en su lugar fijo y desarrollan así, dada la presencia de una polisemia inherente al
arte, entre su vecindad cambiante, nuevas correlaciones de sentido. La institución museo nos
significa el lugar de la propia colección, cuyo potencial inagotable se despliega cada vez de
nuevo. Esto es válido tanto para la arquitectura misma como para sus dotaciones, porque
también el edificio desarrolla su calidad como una arquitectura de exposición en esa riqueza
de variedad de posibilidades espaciales.
Las directrices para encontrar el carácter ambicionado de los espacios del museo,
fueron dadas mediante las experiencias en los talleres de los artistas y en las colecciones
privadas entendiendo estos como lugares que incluyen una convivencia natural y una
intimidad. Al mismo tiempo nos era esencial contar con la posibilidad de la experiencia del
aura. Tanto los espacios como la forma de presentación deben invitar a quedarse un tiempo
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Kolumba, el museo de la meditación . Katharina Winnekes