Descargue el PDF - Museo Nacional
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En la visión de Jerónima (imagen 7) se puede rastrear la realización de una praxis<br />
colectiva, que obedeció también a la colonización d<strong>el</strong> alma y d<strong>el</strong> cuerpo a través de las<br />
imágenes r<strong>el</strong>igiosas. Tanto las imágenes pintadas y exhibidas en las paredes de la clausura<br />
y de la iglesia conventual, como las prácticas ejecutadas alrededor de <strong>el</strong>las, terminarían por<br />
incorporarse en los devotos, de forma que las imágenes r<strong>el</strong>igiosas se apoderarían de su<br />
imaginación y de sus sueños, como le sucedió a Jerónima. Nuestro cuerpo cultural, afirma<br />
B<strong>el</strong>ting (2007, 75), representa un cuerpo colectivo y es <strong>el</strong> lugar donde habitan las imágenes<br />
de nuestro recuerdo, <strong>el</strong> cual está ligado a una experiencia de vida realizada en un tiempo y<br />
espacio determinados.<br />
La percepción que Jerónima hizo de la pintura mencionada posiblemente influyó en la<br />
siguiente visión:<br />
El día d<strong>el</strong> gloriosísimo Archáng<strong>el</strong> San Migu<strong>el</strong>, mi querido, aviendo estado los<br />
antesedentes días con grandísimas sequedades y conbates ynteriores, comulgué. Y me<br />
llenó <strong>el</strong> Señor de tanta dulsura y devosión que no savía en qué corazón avían de caber<br />
tantas afluensias. Así procuré asistir a la fiesta d<strong>el</strong> Santo Árchang<strong>el</strong>, y acabada, enpesó<br />
a salir la jente y entre <strong>el</strong>la salía <strong>el</strong> sujeto que la avía echo. Y repentinamente me paresía<br />
que veía a al [sic] Santo Migu<strong>el</strong>, hermosísimo y lusidísimo, que salía como cortejando y<br />
agradesiendo aqu<strong>el</strong> obsequio a quien se lo hizo y le sacó hazta la puerta de la yglesia. Yo<br />
me aparté de la reja d<strong>el</strong> Choro desde onde vi esto y me puse a mi ora de orasión, dandole<br />
al Santo Archáng<strong>el</strong> los paravienes de la gloria que gosa. Y le agradesí <strong>el</strong> empeño con que<br />
defendió la honrra y gloria de Dios. Paréseme que le ví en <strong>el</strong> Ci<strong>el</strong>o acatado y respectado<br />
de todos los cortesanos de él y estava repitiendo nuebos actos de rendimiento a Dios.<br />
(Robledo, 1994:158-159)<br />
Las imágenes nos protegen “d<strong>el</strong> flujo d<strong>el</strong> tiempo y de la pérdida d<strong>el</strong> espacio que<br />
padecemos en nuestros cuerpos” (B<strong>el</strong>ting, 2007:83). Por esta razón, Johanna de San Esteban<br />
(imagen 8), según su hagiógrafo:<br />
[…] vido a su santo ang<strong>el</strong> de la guarda, que puesto a su lado (como la misma<br />
venerable me lo refirio) armado de peto morreon y espada, mostraba estar aparejado<br />
y prompto para defenderla. Hizolo pintar de este modo para tener presente siempre<br />
este beneficio, en una lamina que siempre tenia concigo, y con que murió, y de Christo<br />
cruzificado, y la santísima virgen nuestra señora dolorosa; muchas veses, que le solia<br />
acordar la confianza que en su santo ang<strong>el</strong> tenia y debia tener me respondia sonrriyéndose,<br />
Ay! Que lindo que es, y que abrazo tan apretado le tengo que dar, si por la bonda de Dios,<br />
saliere desta vida en gracia. (Palacios, 1750:50r)<br />
[83]<br />
El <strong>Museo</strong> Iglesia Santa Clara . María Constanza Toquica Clavijo