[…] él es igualmente <strong>el</strong> que al fallecer los fi<strong>el</strong>es se hace cargo de sus almas y las introduce en <strong>el</strong> paraíso glorioso. Si en tiempos de la antigua ley este arcáng<strong>el</strong> fue <strong>el</strong> príncipe de la sinagoga, desde que comenzó a regir la ley nueva es <strong>el</strong> príncipe de la Iglesia […]. (De la Vorágine, 1994:621) [78] El <strong>Museo</strong> Iglesia Santa Clara . María Constanza Toquica Clavijo
Tercera capa d<strong>el</strong> palimpsesto: la Hermandad d<strong>el</strong> Arcáng<strong>el</strong> San Migu<strong>el</strong> Las imágenes públicas, que en este caso eran determinadas por cuestiones r<strong>el</strong>igiosas, pueden explicarse menos por la procedencia de sus motivos que por la historia local que las vinculaba con un determinado lugar. En ese lugar surtían su efecto, pues eran captadas por personas establecidas ahí, otorgando simultáneamente a sus imágenes interiores y a sus sueños un lugar público. (B<strong>el</strong>ting, 2007:76) La pertenencia a la Hermandad d<strong>el</strong> Arcáng<strong>el</strong> San Migu<strong>el</strong> (Toquica, 2008:242–245) confería, según la bula papal firmada en 1661 por Alejandro VII (ACSC, sf:3r), indulgencia plenaria, que no era otra cosa que la remisión ante Dios de la pena temporal correspondiente a los pecados ya perdonados, obtenida por mediación de la Iglesia 2 . Esta figura de la economía de la salvación, tan criticada por Lutero, aliviaría <strong>el</strong> peso pecaminoso en <strong>el</strong> alma de los cofrades, para garantizar una salida menos penosa d<strong>el</strong> purgatorio y una mayor probabilidad de entrar al ci<strong>el</strong>o. La Hermandad d<strong>el</strong> Arcáng<strong>el</strong> San Migu<strong>el</strong> aglutinaba a todos los que le tenían una “especial devoción” y deseaban estar protegidos por su imagen a la hora de la muerte. En este ritual de paso, los cofrades debían “comprar cirios para <strong>el</strong> cofrade fallecido, un estandarte y un ataúd, confesarse, comulgar, rezar <strong>el</strong> rosario y dar limosna para <strong>el</strong> bien de sus almas” (ídem, 1r). Pero eso no era todo. A cambio de la remisión de los pecados, debían orar “por la concordia de los Príncipes Christianos, [la] extirpación de las herejías, y [la] exaltación de la Santa Madre Yglesia” (ídem). Esta exigencia evidencia la doble función d<strong>el</strong> arcáng<strong>el</strong> san Migu<strong>el</strong> en Hispanoamérica en su desempeño dentro d<strong>el</strong> espacio heterotópico de una colonia ideal totalmente católica. Individualmente ayudaría a la salvación de las almas y, colectivamente, en su lucha contra las herejías, desplegaría todo su carácter de mensajero y guerrero, que lo había caracterizado desde los persas. El hecho de que <strong>el</strong> provisor autorizara la c<strong>el</strong>ebración de misa tres veces al año en la ermita d<strong>el</strong> “Santo Arcáng<strong>el</strong> S. Migu<strong>el</strong>”, dentro d<strong>el</strong> “Santo Convento de Nuestra Madre Sta. Clara”, puede indicar que la iglesia monacal fue dedicada a su nombre a partir de la fundación de la hermandad en 1667 o que en <strong>el</strong> mismo edificio d<strong>el</strong> convento había una ermita. Roberto Pizano registra en su texto sobre <strong>el</strong> pintor Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos la existencia d<strong>el</strong> huerto de San Migu<strong>el</strong> en <strong>el</strong> convento (Pizano, 1926). Lo anterior justificaría <strong>el</strong> número y ubicación de sus imágenes en <strong>el</strong> actual <strong>Museo</strong> Iglesia, así como <strong>el</strong> “adorno” conferido al espacio d<strong>el</strong> altar mayor, cuando: 2 “Indulgencia”, Diccionario de la Real Academia Española, en http://buscon.rae.es/draeI/ SrvltConsultaTIPO_BUS=3&LEMA=indulgencia. Consultado <strong>el</strong> 13 de febrero de 2012. [79] El <strong>Museo</strong> Iglesia Santa Clara . María Constanza Toquica Clavijo
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