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Catecismo Romano - coro san clemente i

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570. Y el gran respeto con que se guardaba en la primitiva Iglesia el derecho del Sacerdote ordinario, sepuede entender por los decretos de los Jadres antiguos, por los cuales se mandó que ningún Obispo oSacerdote se atreviese a ejercer función ninguna en Parroquia ajena sin licencia del que la gobernaba, a no serque la necesidad obligara a otra cosa. Y así lo estableció el Apóstol, cuando mandó a Tito (1) 841 que constituyeseSacerdotes en cada una de las ciudades, los cuales Instruyesen y alimentasen a los fieles con el manjar celestialde la doctrina y Sacramentos.LV. En caso de necesidad, todo Sacerdote puede absolver.571. Aunque si amenaza peligro de muerte, y no se puede acudir al propio Sacerdote, enseña el Conciliode Trento 842 , que para evitar la eterna condenación, se observó siempre en la Iglesia de Dios, que todoSacerdote pueda absolver uo sólo de todo género de pecados cualquiera que sea la potestad a que estuvieransujetos, sino también de toda excomunión.LVI. Qué Ministro deba elegir para Confesor el que desea, su salvación.572. Además de la pol estad de orden y jurisdicción, que son del todo necesarias, se requiere ante todascosas, que el Ministro de este Sacramento esté adornado de ciencia, erudición y prudencia, pues hace a unmismo tiempo los oficios de juez y médico. Y en cuanto u lo primero muy bien se deja ver que es necesaria unaciencia no vulgar con que pueda averiguar los pecados, y discernir entre los varios géneros de culpas, cualessean graves y cuales leves, según el estado y condición de cada persona. Necesita también como Médico desuma prudencia. Porque es necesario atender con cuidado, se apliquen al enfermo aquellos remedios queparezcan más útiles para <strong>san</strong>ar las almas y fortalecerlas en lo venidero contra la fuerza de la enfermedad. Dedonde pueden entender los fieles que ha de procurar cada uno con muy especial cuidado escoger para sí aquelSacerdote que sea recomendable por la integridad de su vida, por la doctrina y prudente juicio, el cual tengabien entendida la gravedad e importancia del ministerio que ejerce, y así mismo qué pena corresponde a cadaculpa, y quienes deban ser absueltos y quienes quedar ligados.LVII. Del profundo sigilo que debe guardar el confesor.573. Y porque no hay ninguno que no desee en gran manera que queden sepultadas sus maldades ydesórdenes, se debe advertir a los fieles que no tienen por qué temer que jamás se descubra por el Sacerdote loque le manifiestan en la confesión, ni que pueda por ella ocasionárseles en ningún tiempo el menor daño niperjuicio. Porque los sagrados cánones mandan sean castigados severísimamente los Sacerdotes que no tengancerrados en perpetuo y profundo silencio todos los pecados oídos en confesión. Por lo cual en el gran ConcilioLateranense leemos así: “Guárdese totalmente al Sacerdote de descubrir en manera ninguna el pecador porpalabra, por seña, ni de otro ningún modo”.LVIII. A qué debe atender principalmente el Sacerdote que oye confesiones.574. Pero ya requiere el orden de las cosas que habiéndose tratado del Ministro, se expliquen algunospuntos principales, que son muy conducentes para el uso y práctica de la Confesión. Porque gran parte de losfieles, a quienes por lo común nada suele sea tan sensible como que se lleguen presto aquellos días que por laley de la Iglesia están destinados para la confesión, tan lejos está de la perfección cristiana, que en vez de cuidarde lo que es manifiesto tiene gran virtud para alcanzar la gracia, apenas se acuerdan ni aun de hacer examen delos pecados que deben confesar. Pero debiendo mirarse por su salud con todo cuidado, lo primero queatentamente observarán los Sacerdotes en el penitente es, si trae verdadera contrición de sus pecados conpropósito firme y determinado de no volver a pecar. Y si advirtieren que vienen con esla disposición,amonesten y exhórtenle con la mayor eficacia y que jamás cese de pedir el auxilio de su divina gracia, puesfortalecido y armado con él, podrá resistir y vencer fácilmente sus desordenadas pasiones.575. También le enseñarán que no consienta se le pase día alguno sin meditar algo de los misl crios de laPasión del Señor, y que se mueva e Inflame a imitarle y amarle con suma caridad, porque con esta meditaciónconseguirá de día en día mayor esfuerzo para superar todas las tentaciones del enemigo. Pues no es otra lacausa de que siendo tentado aun ligera y levemente, luego desmayemos y quedemos vencidos, sino el descuido841 ―La causa porque te dejé en Creta, es para que arregles las cosas que faltan, y establezcas en cada ciudad presbíteros,conforme yo te prescribí‖. Tit. I, 5.842 ―Siempre se ha observado con suma caridad en la Iglesia católica, con el fin de precaver que alguno se condene porcausa de estas reservas, que no haya ninguna en el artículo de la muerte; y por tanto pueden absolver en él todos lossacerdotes a cualquier penitente de cualquiera pecados y censuras‖. Cap. VII. Sess. XIV, del Concilio Tridentino.247

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