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Catecismo Romano - coro san clemente i

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CAPÍTULO XIIIDE LA CUARTA PETICIÓNEl pan nuestro de cada día dánosle hoyI. Del orden que se observa en la oración dominical.1161. Y la cuarta petición y las demás que siguen en las cuales pedimos a Dios señalada y expresamentelos auxilios del alma y del cuerpo, se relacionan con las anteriores. Porque hay tal orden y disposición en laplegaria del Padrenuestro, que a la petición de las cosas divinas se sigue la de aquello que es necesario para laconservación del cuerpo y la vida presente. Porque así como los hombres se ordenan a Dios como a último fin,así los bienes de la vida humana se enderezan por la misma razón a los bienes divinos.II. Por qué es lícito pedir y desear los bienes de la vida presente.1162. Estos bienes de la vida presente se han de desear y pedir, o porque así lo requiere el orden de Dios,o porque necesitamos de estos medios para alcanzar los bienes espirituales, de suerte que con estos auxiliosconsigamos el fin que se nos ha propuesto que consiste en el reino y en la gloria del Padre celestial, y enrespetar y cumplir aquellos preceptos que sabemos expre<strong>san</strong> la voluntad de Dios. Así, debemos ordenar a Diosy a su gloria todo el espíritu e intento de esta petición.III. Con qué fin y de qué modo han de pedirse los bienes temporales.1163. Procurarán, pues, los Párrocos cumplir con su deber respecto de los fieles, haciendo cuantopuedan para convencerles de que cuando piden bienes pertenecientes a la vida presente, deben dirigir laintención y los deseos a que se realice la voluntad de Dios sin desviarse de ella en manera alguna. Ya queaquellas palabras del Apóstol: “Que no sabemos pedir como conviene” 1650 , se verifican más especialmente enlas peticiones de las cosas terrenas y caducas. Se han de pedir, pues, estas cosas según conviene, no sea quepidiendo mal alguno, oigamos del Señor aquella respuesta: “No sabéis lo que pedís” 1651 . Y será señal cierta paradiscernir qué petición sea buena, o cual mala, la intención y propósito del que pide. Porque si uno pide cosasterrenas con tal ánimo que las juzgue del todo buenas, y descan<strong>san</strong>do en ellas como en su fin, no tiene otraaspiración; este sin duda no pide como debe. Porque como dice San Agustín: “No pedimos estas cosastemporales como bienes nuestros, sino como necesarios para nosotros”. El Apóstol enseña también en laEpístola a los Corintios, que todas las cosas que pertenecen a las necesidades de la vida deben ordenarse agloria de Dios: “Ahora comáis, dice, ahora bebáis, ahora hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo a gloria deDios” 1652 .IV. De los grandes bienes que goza el hombre en el estado de la inocencia.1164. Pero a fin de que comprendan los fieles cuan necesaria sea esta petición, les recordarán losPárrocos la necesidad que tenemos de estas cosas exteriores para mantener y conservar la vida. Esto seentenderá mejor comparando lo que necesitaba para vivir el primer Padre de nuestro linaje, y lo que tenemosde menester los demás nombres. Cierto es que en el felicísimo estado de inocencia del cual cayó Adán, y por suculpa toda su descendencia, habría necesitado tomar alimento para reparar las fuerzas, pero aún es grande ladiferencia entre las necesidades de aquella vida y la nuestra. Pues entonces no necesitaba ni de vestido paracubrirse, ni de casa para albergarse, ni de armas para defenderse, ni de medicinas para curarse, ni de otrasmuchas cosas, de las cuales necesitamos ahora para sustentar la flaqueza y fragilidad de nuestra naturaleza.Hubiérale entonces bastado para la vida inmortal el fruto que le habría producido el felicísimo árbol dela vida, sin ningún trabajo suyo o de sus hijos. Mas no por eso hubiera estado ocioso entre tantas delicias delparaíso, pues le puso Dios en aquel jardín de placeres para que le cultivase. Pero ninguna obra le sería molesta,ningún trabajo desabrido. Habría conseguido perpetuamente suavísimos frutos del cultivo de aquellosdeliciosos vergeles, siendo siempre fructuoso el trabajo.1650―Quid oremus, sieut oportet, nescimus.” Rom., VIII, 26.1651―Nescitis quid petatis.” Matth., XX, 22.1652―Sirve ergo manducatis, sive bibitis, sive attud aliquid facitis, omnia in gloriam Dei facite.” I, Cor., X, 31. ―Todocuanto hacéis sea de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre de nuestro Señor Jesucristo y a gloria suya, dando pormedio de él gracias a Dios Padre.‖ Coloss., III, 17.469

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