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Catecismo Romano - coro san clemente i

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con conciencia de pecado mortal, comete un nuevo gravísimo delito, sino también porque debe iluminar atodos con el ejemplo de su vida virtuosa e inocente. Sobre esto se ha de declarar por los Pastores lo que mandael Apóstol a Tito y a Timoteo, enseñando al mismo tiempo que aquellos defectos corporales los cuales pormandato de Dios excluían a alguno en la ley antigua del ministerio del altar, en la ley evangélica se debenaplicar principalmente a los vicios del alma. Por esto vemos que se guarda en la Iglesia la <strong>san</strong>ta costumbre deque aquellos que han de ser ordenados, procuren primero con gran cuidado limpiar su alma por medio delSacramento de la Penitencia.XXXII. De la ciencia que debe tener el Sacerdote.665. Requiérese, además de esto, en el Sacerdote que sepa no sólo aquello que pertenece al uso yadministración de los Sacramentos, sino también que esté tan instruido en la ciencia de las Escriturassagradas 934 que pueda enseñar al pueblo los misterios de la fe cristiana y los preceptos de la ley divina,estimular a los fieles a la virtud y piedad, y apartarlos de los vicios. Porque dos son los cargos del Sacerdote: elprimero hacer y ad ministrar bien los Sacramentos, el otro instruir al pueblo que tiene a su cargo en aquellosdocumentos y reglas que son necesarias para la salvación. Así habla el Profeta Malaquías: “Los labios delSacerdote guardarán la ciencia, y de su boca se ha de saber la ley, porque es el Ángel del Señor de losEjércitos”. Y si bien puede cumplir con el primero de esos deberes con una mediana ciencia, el otro requiereciertamente una doctrina no vulgar sino exquisita. Aunque no se pide igualmente en todos los Sacerdotes unamisma ciencia de cosas profundas, sino la que puede bastar a cada uno para las funciones del oficio yministerio que tiene a su cargo.XXXIII. Quiénes deben ser excluidos de este Sacramento.666. Mas no debe darse este Sacramento a los niños y furiosos o dementes, pues carecen de uso derazón. Aunque si se les administrase se ha de tener por cierto que imprimiría en su alma el carácter deldedicasen a los estudios clásicos. Pues conocía que los ignorantes de las ciencias fácilmente serían despreciados: niflorecería por mucho tiempo el nombre cristiano si creyese el vulgo que estaba muy lejos de las artes humanas. Además,como es tal nuestra naturaleza que de las cosas precibidas por los sentidos nos levantemos a las superiores, nada hay máspoderoso para ayudar la inteligencia como la propiedad y elegancia de los escritos. Con el natural y elegante modo de decirson ayudados los hombres de tal manera para oir y leer: de lo cual sucede que la verdad ilustrada con las palabras y sen1encías más fácil y profundamente penetre en el alma. Usto tiene alguna semejanza con el culto externo tributado a Dios;en el que hay aquella grande utilidad de que por el esplendor de las cosas corporales, la mente misma es llevada al mismoDios. Estos frutos de la erudición, especialmente son alabados por los Santos Basilio y Agustín; y muy sabiamente nuestroPredecesor Paulo III mandaba a los escritores católicos que usasen de estilo elegante para refutar a los herejes, los cualesse arrogaban para si solamente la alabanza de la doctrina con el esplendor de las letras‖. Leo XIII. Litt. : ―Plane quidem‖.ad Card. Vic, 20 maii 1885.―La cristiana sabiduría que abunda en luz maravillosa, es necesario que brille a los ojos de todos, de modo que las tinieblasde la ignorancia, la cual en gran manera es enemiga de la religión, rechazadas, la verdad se propague extensamente ydomine felizmente. También es necesario sean refutados y destruidos los muchos errores, los cuales nacidos de laignorancia, de la malicia o de preconcebidas opiniones, apartan perversamente las mentes de los hombres de la verdadcatólica y engendran cierto fastidio en los ánimos. Este grande deber que consiste en exhortar en la doctrina <strong>san</strong>a, y argüira los contradictores, es propio del orden sacerdotal, impuesto legítimamente por Cristo Señor, cuando envió a susdiscípulos para que enseñaran a todos los pueblos: ―Id a todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura;‖ y asícomo los obispos suceden a los apóstoles y presiden en la Iglesia de Dios como maestros, así los presbíteros deben ser susauxiliares‖. Leo XIII. Epist. : ―Officio Santotum‖ ad Episc. Bavarise, 22 decern. 1887.―La luz de la doctrina, y no vulgar, se requiere en el sacerdote, pues su cargo exige que instruya a los demás, destruya losenores, y dirija a la muchedumbre por los caminos de la vida que son engañosos y resbaladizos. En primer lugar ladoctrina necesita por compañera a la vida <strong>san</strong>ta, siendo cierto que para la enmienda de los otros aprovecha mucho más elejemplo que la palabra, resplandezca vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras. Cuyaspalabras significan que debe ser tal su perfección y acabada su virtud, que pueda mostrarse a los demás como espejo ymodelo. Nada hay que más instruya a los otros a la piedad y al culto de Dios, como el ejemplo y la vida de aquellos que sededicaron al divino ministerio; pues como están separados de las cosas del siglo y colocados en lugar más levantado, poreso en ellos se fijan los ojos de los demás, y de ellos toman lo que han de imitar. Por lo cual si iodos deben procurar que nose sigan los caminos de perdición, ni se apetezcan con demasía las cosas caducas, ya se ve cuanto deben procurarlo y concuanta eficacia y constancia los sacerdotes‖. Leo XIII. Encylc. : ―Exeunte iam anno‖. I, decern. 1888.934 Matth. , XVI, 24.281

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