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Catecismo Romano - coro san clemente i

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para zambullirse con un ardor insaciable, en toda suerte de impurezas” (Efesios, IV, 29). Por lo tanto es muyútil que siempre esperemos; pues, por más que el hombre sea pecador, debe esperar, que Dios si se arrepienteperfectamente, y se convierte, le perdonará. Esta esperanza se arraiga más en nosotros, cuando pedimos:―Perdónanos nuestras deudas‖.Esta esperanza quitaron los Novacianos, los cuales negaron lo que nos enseñó Jesucristo con estaspalabras: “Te perdoné toda deuda, porque me lo has rogado” (Mateo, XVIII, 23). En cualquier día que pidaspodrás conseguir misericordia, si ruegas con dolor de tu pecado. De este modo nace el temor y la esperanza,porque todos los pecadores contritos, y que confie<strong>san</strong> sus pecados, consiguen misericordia, y por esto fuénecesaria esta petición.XXVII. Quinta petición. Contrición, Confesión y Satisfacción,.1302. Acerca de lo segundo conviene tener presente, que en el pecado hay dos cosas, a saber: la culpacon la cual Dios es ofendido, y la pena que se debe por la culpa. Es cierto que la culpa se perdona con lacontrición, cuando el pecador tiene el propósito de confesarse y satisfacer. ―Confesaré, dije yo, contra mímismo al Señor la injusticia mía; y tú perdonaste la malicia de mi pecado‖ (Salmo XXXI, 5). No hay, por lotanto, por qué desesperar, desde el momento que para la remisión de la culpa, basta la contrición con elpropósito de confesarse. Tal vez dirá alguno: Si el pecado se perdona con la contrición, ¿para qué es necesarioel sacerdote? A esto se responde, que Dios por la contrición perdona la culpa, y la pena eterna se conmuta entemporal; mas con todo queda obligado a la pena temporal. Por esto si muriese sin confesión, no habiéndoladespreciado, iría al purgatorio, cuya pena, como enseña San Agustín, es la mayor. Cuando nos confesamos, elsacerdote nos absuelve de esta pena, en virtud del poder que ha recibido de Dios, al cual sacerdote nossujetamos en la confesión. Por esto Cristo dijo a los Apóstoles: “Recibid el Espíritu Santo: Quedan perdonadoslos pecados a aquellos a quienes los perdonaréis; y quedan retenidos a los que se los retuviereis” (S. Juan, XX,23).Por lo tanto, cuando alguno se confiesa una vez, se le perdona algo de esta pena, y asimismo cuando seconfiesa de nuevo; y podría tantas veces confesarse hasta que todo le fuese perdonado. Los sucesores de losApóstoles hallaron (es decir, que dedujeron del derecho divino), otro modo para perdonar esta pena, mediantelas Indulgencias, las cuales para el que está en gracia valen tanto, cuanto en ellas se concede.Es bien manifiesto que el Papa puede esto. Pues muchos <strong>san</strong>tos practicaron multitud de buenas obras,los cuales no pecaron, por lo menos, mortalmente, y estos bienes los hicieron para la utilidad de la Iglesia.Asimismo los méritos de Cristo, y los de la Santísima Virgen están como en un tesoro, que el Sumo Pontífice yaquellos a quienes él lo confía, pueden aplicarlos, cuando sea necesario. Así, pues, los pecados son perdonadosno sólo en cuanto a la culpa, por medio de la contrición (en la confesión basta la atrición), sino también encuanto a la pena, mediante el sacramento de la Penitencia y las indulgencias.XXVIII. Si no perdonamos, tampoco seremos perdonados.1303. Acerca de lo tercero conviene tener presente, que se requiere de nuestra parte que perdonemos anuestros prójimos las ofensas que nos han hecho, por esto está escrito: Así como nosotros perdonamos anuestros deudores; de otra suerte Dios no nos perdonaría. “¿Un hombre conserva, encono contra otro hombre,y pide a, Dios la salud” “Perdonad, y seréis perdonados‖ (Lucas, VI, 37); y por esto solamente en esta peticiónse pone esta condición.Así como nosotros perdonamos, etc. Por lo tanto, si no perdonas no serás perdonado. Mas podríasdecir: Yo diré las palabras anteriores, a saber, perdónanos, pero, aquello: como nosotros perdonamos lo callaré.¿Acaso quieres engañar a Cristo? En verdad, no le engañas. Pues Cristo que hizo esta oración, bien se acuerdade ella, por lo cual no puede ser engañado. Por lo mismo, si lo dices con la boca, cúmplelo con las obras.Pregunto ahora, ¿por ventura aquel que no se propone perdonar a su prójimo debe decir: Así como nosotrosperdonamos ¡nuestros deudores? Parece que no debe decirlo, porque así mentiría. A esto se responde que nomiente porque no ora en nombre propio, sino en nombre de la Iglesia, que no es engañada; por la misma razónse pone esta petición en número plural. Tañí bien conviene que sepamos los dos modos como s perdonan. Elprimero es propio de los perfectos, es decir, que el ofendido busca al ofensor: “Buscad la paz” (Salmo XXXIII,15).El otro es común a todos, al cual todos están obligados, a saber: que si conceda el perdón al que le pida.“Perdona a tu prójimo cuando te agravia, y así cuando tú implores el perdón, te serán perdonados tuspecados” (Eclesias., XXVIII, 2). De esto se sigue otra bienaventuranza: “Bienaventurados los misericordiosos”.La misericordia hace que nos compadezcamos de nuestros prójimos.519

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