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Catecismo Romano - coro san clemente i

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[20] 3º Dificultades contra esta doctrina. — a) Hay quienes sabiendo que tienen deber de olvidarpor completo las injurias voluntariamente, y de amar a los que los ofenden, desean hacerlo y hacen lo quepueden, mas no consiguen echar de sí todo recuerdo de las injurias recibidas. • Respuesta: esta inclinación dela carne al resentimiento, y la inclinación contraria del espíritu a perdonar de corazón, pueden coexistirperfectamente en el mismo hombre: es la perpetua lucha entre el espíritu y la carne; mas mientras la voluntadle oponga resistencia y se perdone al enemigo de corazón, no hay que inquietarse de los movimientos deresentimiento del viejo hombre. — [21] b) Algunos, no pudiendo resolverse aún a amar a sus enemigos,prefieren dejar de lado la oración dominical, atemorizados como están por la condición y persuadidos de que sila rezan ofenden más a Dios. • Respuesta: hay que destruir semejante error, especialmente con las dos razonesque siguen: la primera, que cualquier fiel reza esta oración en nombre de la Iglesia, en la cual es indispensableque haya siempre almas que perdonan de corazón a sus enemigos; y la segunda, que al pedir nosotros el perdónde nuestros pecados, pedimos también a Dios la fortaleza para perdonar a nuestros enemigos y reconciliarnoscon los que aborrecemos. Por estos dos motivos, nadie debe dejar de rezar el Padrenuestro, con el fin de pedir aDios Padre le dé la resolución para perdonar a quienes le ofendieron, y amar a sus enemigos.Consideraciones sobre esta petición[22] 1º Ante todo, hay que considerar que por esta petición se solicita de Dios un perdón quesólo se concede a los verdaderamente arrepentidos; por lo tanto, hemos de estar adornados de lacaridad y piedad propias de los penitentes, a saber: • traer siempre presentes y expiar con lágrimas los propiospecados, como lo hacía el rey David (Sal. 50 5; 7 7.); • precaución en evitar todo lo que puede llevarnos aofender a Dios nuestro Padre; • finalmente, oración fervorosa a ejemplo de aquellos que, con sus oraciones,alcanzaron de Dios el perdón de sus pecados, como el Publicano (Lc. 18 13.), la Magdalena (Lc. 7 38.), SanPedro (Mt 26 75.).[23] 2º Luego hay que considerar que para poder curar las enfermedades del alma, que son lospecados, hay que tomar frecuentemente las medicinas apropiadas, que son los sacramentos de laPenitencia y de la Eucaristía, y la limosna, según lo enseñan las Sagradas Letras (Tob. 12 9; Dan. 4 24.).3º Considérese, finalmente, que la mejor limosna es el olvido de las injurias y la buena voluntadhacia aquellos que nos hayan dañado en la hacienda, en la honra, en la propia persona o en la de los familiares,aprovechando toda ocasión de hacerles bien.CAPÍTULO XIDE LA QUINTA PETICIÓNPerdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudoresI. La Pasión de Cristo mereció el perdón de todos los pecados.1186. Siendo tantas las cosas que manifiestan el poder infinito de Dios juntamente con su sabiduría ybondad, de tal suerte que a cualquiera parte que volvamos los ojos y la consideración se nos ofrecen señalescertísimas de su omnipotencia y bondad, con todo nada hay que declare más lo sumo de su amor y lo admirablede su caridad para con nosotros como el misterio inefable de la Pasión 1684 de Jesucristo, de donde provinoaquella perenne fuente para lavar las manchas de los pecados, y en la cual deseamos ser lavados y purificados,cuando guiados por Dios que nos da la gracia, nos enseña a pedir: ―Perdónanos nuestras deudas‖.II. Qué comprende esta petición.1187. Contiene, pues, esta petición una suma de todos los bienes con los cuales el linaje humano fuéenriquecido por Jesucristo. Esto es lo que enseñó Isaías cuando dijo: “Será perdonada su iniquidad a, la casa1684 ―Jesús es mediador de un nuevo testamento; a fin de que mediante su muerte para expiación aún de lasprevaricaciones cometidas en tiempo del primer testamento, reciban la herencia eterna prometida a los que han sidollamados de Dios.‖ Hebr., IX, 15. ―Jesucristo nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su <strong>san</strong>gre.‖ Apoc, I, 5.478

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