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Catecismo Romano - coro san clemente i

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Cuarto precepto del DecálogoHONRA A TU PADRE Y A TU MADREINTRODUCCIÓN AL CAPÍTULO[3-5] 1º División de los preceptos del Decálogo en dos grupos. — Los divinos preceptos delDecálogo fueron grabados en dos tablas (Ex. 21 18; 24 12; Deut. 4 13; 5 22; 9 10.) para separarlos en dosgrupos: los tres primeros, contenidos en la primera tabla, miran al amor de Dios, y los otros siete, contenidosen la segunda tabla, miran al amor del prójimo. Y esta separación tiene sus motivos, entre los cuales podemosseñalar tres: • ante todo, los tres primeros mandamientos tienen a Dios por objeto, y por eso se refieren al fin;mientras que los otros siete tiene como objeto el bien del prójimo, y por eso se refieren a los mediosconducentes al fin; • por eso, los tres primeros mandamientos prescriben un amor absoluto: Dios debe seramado por sí mismo, y no por causa de otro; mientras que los otros siete prescriben un amor relativo: elprójimo debe ser amado a causa de Dios, y por eso, al amar y respetar al prójimo, amamos y damos reverenciaa Dios; • finalmente, el amor debido a Dios no tiene límites, y por eso debemos amar a Dios con todo nuestrocorazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas (Deut. 6 5; Mt. 22 37.), de modo que nuestro amora El sea cada vez más ardiente; mientras que el amor debido al prójimo está circunscrito a ciertos límites, demodo que pecaría gravemente quien amase igual a Dios y al prójimo (Mt. 20 39; Lc. 14 26.), con mayor razónquien amase al prójimo más que a Dios.[1] 2º Excelencia de este cuarto precepto. — Los preceptos de amar a Dios y al prójimo son, puessemejantes (Mt. 22 39; Mc. 12 31.), con la diferencia de que el amor a Dios tiene razón de fin, y el amor delprójimo razón de medio conducente al fin. Y entre los preceptos que mandan el amor al prójimo, ocupa elprimer lugar este cuarto, como señal de nuestra obediencia y respeto hacia Dios. En efecto, si no obedecemos nirespetamos a los padres, a quienes debemos amar según Dios, teniéndolos casi siempre a la vista, ¿cómopodremos amar y honrar a Dios, a quien no vemos? (I Jn. 4 20.). [2] Pero, además de a nuestros padres, laobservancia de este precepto se extiende a todos aquellos que, por razón de potestad (IV Rey. 5 13.), o dedignidad (I Cor. 4 15.), o de gratitud (Eclo. 4 10.), o de algún cargo, debemos honrar como a padres.[6] Téngase en cuenta, sin embargo, que como los padres y superiores son amados en razón de Dios,deben los hijos anteponer la voluntad de Dios y sus divinos mandamientos a la voluntad de sus padres, cuandolas órdenes de los padres y superiores se oponen arbitrariamente a la ley de Dios: «Es necesario obedecer aDios antes que a los hombres» (Act. 5 29.).«Honra a tu padre y a tu madre»[7] 1º «Honra». — Honrar es juzgar muy bien de una persona, y estimar muchísimo todo lo que seasuyo, de manera que esta estima vaya acompañada de las virtudes de amor, respeto, obediencia y veneración.[8] 2º «A tu padre y a tu madre». — Por padre entendemos en este precepto (y a ellos se extiendepor consiguiente este precepto de darles honra): • ante todo, los padres que nos engendraron; • pero tambiénlos prelados de la Iglesia, los párrocos y los sacerdotes (I Cor. 4 14.); • todos aquellos a quienes se confía lapotestad de gobernar una nación (IV Rey. 5 13.); • aquellos a cuya defensa, fidelidad, honradez y ciencia estánotros encomendados, como los tutores y maestros (IV Rey. 2 12; 13 14.); • finalmente, los ancianos y de edadavanzada (Sab. 2 10; 4 8.).[9] a) Los padres naturales. Debemos honrar en primer lugar a aquellos de quienes hemos nacido, porvarios motivos: • son imagen de Dios, de su autoridad y paternidad; • por ellos nos comunicó Dios la vida,valiéndose de ellos para darnos alma e inteligencia; • nos llevaron a recibir los Sacramentos; • nos instruyeronen las verdades sobrenaturales y naturales; • nos enseñaron costumbres rectas y <strong>san</strong>tas. Con razón se nombraen este precepto el nombre de la madre, a fin de que consideremos, además de lo dicho, las bondades ysacrificios de ella para con nosotros, su solicitud, sus trabajos y sus dolores en darnos a luz y educarnos (Tob. 43; Eclo. 3 5; 7 29 y ss.).[10-12] Por lo tanto, debemos honrar a nuestros padres de manera que el honor que les tributamosprovenga del amor y de lo íntimo de nuestro corazón, pues nada hay más grato para un padre que saber que esamado por sus hijos. Y esta honra se manifestará: • tratándolos honoríficamente (Gen. 41 43; 46 29; 47 7; IIIRey. 2 19.); • pidiendo a Dios que bendiga cuanto hacen, que gocen de buena reputación en la sociedad, y que352

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