Cosmovisión, Historia y Política en los Andes - La Casa del Corregidor
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dando inicio a un nuevo proceso que se reanuda como ciclo vital, constituyéndose <strong>en</strong> un<br />
símbolo de la visión andina de flujo cósmico 168 .<br />
El aymara si<strong>en</strong>te que jallupacha es el tiempo <strong>en</strong> el que el espacio se abre para recibir la<br />
alim<strong>en</strong>tación que requiere como imprescindible y para abrigar <strong>en</strong> su s<strong>en</strong>o a la semilla que le<br />
permita dar frutos. <strong>La</strong> tierra es la “mujer” que recibe las ofr<strong>en</strong>das rituales con las cuales<br />
<strong>en</strong>galana y favorece su fertilidad, ofertorios que repres<strong>en</strong>tan simbólicam<strong>en</strong>te el regreso de<br />
la <strong>en</strong>ergía que fluye, esta vez gracias a la acción humana respetuosa.<br />
Que el tiempo de maduración y de cosecha se d<strong>en</strong>omine “tiempo de hambre”, quedando<br />
asociado con lo masculino, muestra que <strong>en</strong> este lapso de espera por la futura abundancia, la<br />
madre tierra forma <strong>en</strong> su s<strong>en</strong>o lo es<strong>en</strong>cial para la vida comunitaria, careci<strong>en</strong>do de tales productos<br />
para sí misma. <strong>La</strong> tierra “trabaja”, lo que es bu<strong>en</strong>o e indisp<strong>en</strong>sable para la vida, y lo<br />
hace para que <strong>los</strong> hombres se apropi<strong>en</strong> de sus frutos. Esto ocasiona el “tiempo de hambre”:<br />
la tierra ha perdido el fruto de su “trabajo” cedido a sus hijos, se halla necesitada, hambri<strong>en</strong>ta<br />
y car<strong>en</strong>te de un sust<strong>en</strong>to cósmico que la satisfaga. El propósito de saciarla se consigue<br />
con el ritual y la ofr<strong>en</strong>da que simbólicam<strong>en</strong>te repres<strong>en</strong>tan el cumplimi<strong>en</strong>to de la reciprocidad<br />
y el inicio <strong>del</strong> nuevo ciclo. Por el contrario, si la reciprocidad no se cumple de<br />
manera conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te, surge el peligro de que se desate un poder ansioso y v<strong>en</strong>gativo que<br />
muestran a la tierra como un “Pachatata”.<br />
El hombre andino ha desarrollado observaciones astronómicas y meteorológicas que aplica<br />
<strong>en</strong> técnicas efici<strong>en</strong>tes para controlar la producción agrícola. Sin embargo, existe un amplio<br />
marg<strong>en</strong> de incertidumbre acerca <strong>del</strong> éxito que la producción alcance. Subsiste <strong>en</strong>tre <strong>los</strong> aymaras<br />
<strong>del</strong> campo, el temor de malas cosechas. Así, <strong>los</strong> ritos agrícolas, además de permitir<br />
cumplir con las obligaciones de reciprocidad y facilitar el inicio de un nuevo ciclo auspicioso,<br />
son también un medio de conjura de <strong>los</strong> temores y <strong>los</strong> peligros 169 .<br />
Desde la cosecha hasta la siembra <strong>en</strong> el altiplano, incluyéndose la rotación de cultivos y <strong>los</strong><br />
lapsos <strong>en</strong> que la tierra “descansa”, se dan periodos relativam<strong>en</strong>te largos. Acá radica una<br />
causa que permite explicar la laxitud <strong>del</strong> hombre aymara, <strong>en</strong> comparación a las actitudes<br />
culturales de Occid<strong>en</strong>te, dadas según una visión distinta <strong>del</strong> tiempo.<br />
En la cultura occid<strong>en</strong>tal, la precisión, la puntualidad, la medición exacta y el aprovechami<strong>en</strong>to<br />
<strong>del</strong> tiempo son universales. <strong>La</strong> concepción que hace compr<strong>en</strong>sible tales actitudes,<br />
supone que el tiempo se articula por la yuxtaposición de instantes, es decir por la sucesión<br />
de unidades mínimas <strong>en</strong> una secu<strong>en</strong>cia irrefr<strong>en</strong>able e infinita. Emplear el tiempo racionalm<strong>en</strong>te<br />
significa usar la cantidad apropiada de instantes para alcanzar lo que se espera; así, el<br />
número de instantes y su uso regulan las actividades, colocan las acciones una después de<br />
otra y mid<strong>en</strong> <strong>los</strong> lapsos necesarios y sufici<strong>en</strong>tes para organizar la vida.<br />
En cambio, lo que prevalece <strong>en</strong> el imaginario andino, por la imprecisión, variación y flexibilidad<br />
<strong>del</strong> ciclo agrícola, es una concepción difer<strong>en</strong>te a la cronolatría occid<strong>en</strong>tal. <strong>La</strong> subje-<br />
168 Véase el parágrafo 7 de este libro, también el artículo “<strong>La</strong> visión andina <strong>del</strong> mundo”. Op. Cit. pp. 17 ss.<br />
169 <strong>La</strong> tierra no da así nomás. Op. Cit. pp. 23, 58 ss., 96 ss., 102 ss., 110, 126 ss., 141 ss., 193 ss., 201 ss.<br />
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