14.05.2013 Views

Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¡Traicioneros! —aclaró, secándose los labios—. Son muy traicioneros.<br />

Se arrellanó en la silla, cerró los ojos y juntó las puntas de los dedos como para orar.<br />

—Recuerdo que hace muchos años —cuando vivía en Inglaterra— le salvé la vida a una dama<br />

que se vio atacada por una de esas bestias.<br />

Abrió los ojos para mirarme: viendo que era todo atención, los volvió a cerrar y continuó:<br />

—Era una hermosa mañana de primavera y yo paseaba Por Hyde Park. A esas tempranas horas no<br />

había nadie más por allí, y sólo el canto de los pájaros turbaba el silencio del parque. Llevaba<br />

caminando largo trecho cuando de pronto fui consciente de unos ladridos fuertes, profundos.<br />

Su voz había descendido a un susurro de suspense. Con los ojos todavía cerrados, inclinó la<br />

cabeza como escuchando. Era tan realista que a mí también me parecía oír los ladridos salvajes,<br />

insistentes, reverberando entre los narcisos.<br />

—Al principio no le di importancia; supuse que sería algún perro que se divertía persiguiendo<br />

ardillas. De repente, oigo gritos de auxilio mezclados con el feroz ladrido.<br />

Se puso rígido en su asiento, frunció el ceño y le temblaron las aletas de la nariz.<br />

—Corro entre los árboles, y súbitamente se abre ante mí un espectáculo terrible.<br />

Se detuvo y se pasó una mano por la frente, como si a pesar del tiempo transcurrido le<br />

estremeciese aún el recuerdo de la escena.<br />

—Apoyada de espaldas contra un árbol había una Dama. Tenía la falda rota y desgarrada, las<br />

piernas arañadas y cubiertas de sangre, y con una tumbona trataba de defenderse de un bull—terrier<br />

rabioso. La bestia, llenas de espuma sus ansiosas fauces, saltaba y rugía buscando una brecha. Se<br />

veía que las fuerzas de la Dama empezaban a flaquear. No había un momento que perder.<br />

Con los párpados bien apretados para contemplar mejor la visión, Kralefsky se incorporó en la<br />

silla, enderezó los hombros y la expresión de su rostro se transmutó en otra de impávido desafío, de<br />

arrojo temerario: la expresión del hombre que está a punto de salvar a una Dama de un bull—terrier.<br />

—Alcé mi pesado bastón y me abalancé hacia ellos, dando un sonoro grito para alentar a la Dama.<br />

Inmediatamente el perro, atraído por mi voz, saltó sobre mí en medio de horribles rugidos, y yo le<br />

propiné un palo tal en la cabeza que el bastón se partió en dos. Pero el animal, aunque obnubilado<br />

por el golpe, conservaba aún toda su fuerza; y al verme indefenso reunió energías y se tiró a mi<br />

garganta con las mandíbulas abiertas de par en par.<br />

Durante el relato se había cubierto de sudor la frente de Kralefsky, que se interrumpió para sacar<br />

un pañuelo y enjugársela. Pregunté ansiosamente qué había ocurrido entonces. Kralefsky juntó de<br />

nuevo los dedos y prosiguió:<br />

—Hice lo único que podía hacer. Era un riesgo de uno entre mil, pero tenía que correrlo. Al<br />

lanzárseme la bestia a la cara le metí la mano en la boca, le agarré la lengua y la retorcí con todas<br />

mis fuerzas. Se hundieron sus dientes en mi muñeca, me manaba la sangre a raudales, pero seguí<br />

apretando, sabiendo que en ello me iba la vida. El perro se sacudió de un lado a otro durante un<br />

tiempo que me pareció eterno. Yo estaba exhausto, me parecía que no podría resistir un segundo<br />

más. Hasta que de pronto, la bestia dio un tirón convulsivo y cayó exánime. Había muerto asfixiada<br />

por su propia lengua.<br />

Suspiré extasiado. Era una historia maravillosa, y quizá incluso verídica. Aunque no lo fuera, era<br />

el tipo de cosa que debería ocurrir; y comprendí perfectamente que Kralefsky, si la vida le hubiese<br />

negado hasta entonces un bull—terrier que estrangular, se lo inventase. Le dije que su valentía al<br />

enfrentarse así al animal había sido extraordinaria. Kralefsky abrió los ojos, se sonrojó de placer<br />

ante mi entusiasmo y sonrió modestamente.<br />

—No, no, no tan valiente —corrigió—. La Dama estaba en peligro, comprendes, y un caballero

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!