Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A
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—¿Qué es? —preguntó por fin Larry.<br />
—Pues un traje de baño, por supuesto —repuso Mamá—. ¿Qué te creías que era?<br />
—Yo diría que una ballena mal desollada —dijo Larry, mirándolo con atención.<br />
—No te puedes poner eso, Mamá —dijo Margo horrorizada—; si parece del año de la nana.<br />
—¿Para qué son todos esos frunces y cosas? —preguntó Larry con interés.<br />
—De adorno, naturalmente —replicó Mamá indignada.<br />
—¡Qué ingenioso! No se te olvide sacudirte los peces cuando salgas del agua.<br />
—Pues a mí me gusta —dijo Mamá con firmeza, envolviendo de nuevo la monstruosidad—, y me<br />
lo pienso poner.<br />
—Tendrás que andar con cuidado para no hundirte, con toda esa tela alrededor —dijo Leslie muy<br />
en serio.<br />
—Mamá, es espantoso; no puedes usar eso —insistió Margo—. ¿Por qué no te has comprado algo<br />
más actual?<br />
—Querida, cuando se llega a mi edad no puede una ir por el mundo con un dos piezas... no se<br />
tiene tipo para eso.<br />
—Me encantaría saber para qué clase de tipos está diseñado ese adefesio —comentó Larry.<br />
—No tienes arreglo, Mamá —dijo Margo, desesperada.<br />
—Pero a mí me gusta... j no te pido que te lo pongas tú —señaló Mamá en pie de guerra.<br />
—Eso es, tú debes hacer las cosas a tu gusto —asintió Larry—. No te dejes achicar.<br />
Probablemente te sentará muy bien si consigues que te salgan otras tres o cuatro piernas para<br />
llenarlo.<br />
Mamá resopló furiosa y voló escaleras arriba a probarse el traje. Al rato nos llamó para que<br />
viéramos el efecto, y todos corrimos a su alcoba. Roger fue el primero en entrar, y al darse de<br />
manos a boca con aquella extraña aparición del voluminoso traje negro atestado de volantes reculó<br />
apresuradamente hasta la puerta ladrando a pleno pulmón. Nos costó algún tiempo persuadirle de<br />
que de veras era Mamá, y aun entonces siguió lanzándole miradas vagamente incrédulas por el<br />
rabillo del ojo. Sin embargo, y en contra de toda oposición, Mamá se aferró a su globoso traje de<br />
baño, y al final cedimos.<br />
Para celebrar su primera entrada en el mar se decidió hacer una cena a la luz de la luna en la<br />
bahía, y mandamos una invitación a Teodoro, único extraño cuya presencia toleraría Mamá en<br />
semejante ocasión. Llegado el gran día, preparamos comida y vino, limpiamos el bote y lo llenamos<br />
de almohadones, y todo estaba listo cuando apareció Teodoro. Al oír que habíamos proyectado una<br />
cena a la luz de la luna nos recordó que aquella noche no habría luna. Todo el mundo culpó a los<br />
demás por no haber observado ese detalle astronómico, y la discusión se prolongó hasta el<br />
anochecer. Al fin, y en vista de que las cosas estaban ya preparadas, se optó por seguir adelante con<br />
la excursión; bajamos, pues, tambaleándonos hasta el bote cargados de comida, vino, toallas y<br />
cigarrillos, y nos hicimos a la mar. Teodoro y yo íbamos de vigías en la proa, y los demás quedaron<br />
en remar por turno en tanto que Mamá gobernaba el timón. Para empezar, como la vista no se le<br />
había acostumbrado aún a la oscuridad, timoneó hábilmente en círculo cerrado, de modo que al<br />
cabo de diez minutos de remar con vigor surgió de pronto el embarcadero y nos lo chocamos en<br />
medio de crujir de astillas. Sin desalentarse, Mamá pasó al extremo opuesto y nos dirigió a alta mar,<br />
y habríamos acabado por recalar en cualquier paraje de la costa albanesa si Leslie no lo hubiera<br />
advertido a tiempo. Seguidamente se entregó el timón a Margo, y lo hizo muy bien, salvo que en<br />
casos de apuro se aturdía y olvidaba que para girar a la derecha había que empujar la caña a la<br />
izquierda. El resultado fue que tuvimos que pasarnos diez minutos empujando y forcejeando para