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Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

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y antes de que Mamá pudiera recobrarse del cumplido se quedó dormido como un tronco.<br />

—Bueno —dijo Mamá pasmada—, pues sí que le ha dado fuerte. De todos modos se ha dormido,<br />

así que le haremos un buen fuego y que descanse. Mañana se encontrará mejor.<br />

Fue Margo quien descubrió, a primera hora de la mañana siguiente, que unos tizones encendidos<br />

de la chimenea se habían colado entre las tarimas del suelo y prendido fuego a la viga de debajo.<br />

Bajó volando las escaleras en camisón, pálida del susto, e irrumpió en la alcoba de Mamá.<br />

—La casa está ardiendo... Salid, salid... —voceó con gesto dramático.<br />

Mamá saltó de la cama.<br />

—Despierta a Gerry... Despierta a Gerry —chilló a su vez, mientras por razones sin duda<br />

evidentes para ella forcejeaba por ponerse la faja encima del camisón.<br />

—Despertaos... despertaos... ¡Fuego, fuego! —aulló Margo con toda la fuerza de sus pulmones.<br />

Leslie y yo salimos al descansillo dando traspiés.<br />

—¿Qué pasa? —inquirió Leslie.<br />

—¡Fuego! —le chilló Margo a la oreja—. ¡Que hay fuego en el cuarto de Larry!<br />

Apareció entonces Mamá, decididamente estrafalaria con su faja embutida sobre el camisón.<br />

—¿En el cuarto de Larry? Deprisa, hay que salvarle —gritó, y se abalanzó al ático seguida de<br />

cerca por los demás. Un humo espeso que salía de entre el entarimado llenaba el cuarto de Larry. Su<br />

ocupante dormía plácidamente. Mamá corrió a la cama y le sacudió con energía.<br />

—Larry, despierta; ¡despierta, por Dios!<br />

—¿Qué pasa? —preguntó él, incorporándose soñoliento.<br />

—¡Que hay fuego en la habitación!<br />

—No me sorprende —dijo Larry, y volvió a echarse—. Dile a Les que lo apague.<br />

—Echar algo —vociferó Les—, hay que echar algo en el suelo.<br />

Según esas instrucciones, Margo cogió la botella de coñac semivacía y derramó su contenido<br />

sobre una ancha extensión del entarimado. Las llamas se elevaron y crepitaron alegremente.<br />

—¡Pero estúpida, no eches coñac! —aulló Leslie— agua... trae agua.<br />

Margo, atribulada por su aportación al holocausto, rompió a llorar. Les, rezongando iracundo,<br />

arrebató las mantas al yaciente Larry y se puso a sofocar las llamas con ellas. Larry se incorporó<br />

indignado.<br />

—¿Qué demonios pasa aquí? —preguntó.<br />

—Que está ardiendo la habitación, querido.<br />

—Pues no sé por qué me voy a tener que morir yo de frío... ¿por qué me quitáis toda la ropa? Hay<br />

que ver, qué follones armáis en seguida. Con lo fácil que es apagar un fuego.<br />

—Oh, cállate de una vez —le rugió Leslie, dando saltos sobre las mantas.<br />

—En la vida he visto gente más histérica —dijo Larry—; no hay más que conservar la calma. Les<br />

ya tiene dominado lo peor; ahora si Gerry va por el hacha y tú, Mamá, y Margo, traéis agua, lo<br />

apagaremos en un momento.<br />

Al fin, mientras Larry dirigía las operaciones desde la cama, los demás conseguimos levantar las<br />

tarimas y apagar la viga. Debía llevar quemándose toda la noche, porque a pesar de ser un madero<br />

de olivo de treinta centímetros de espesor estaba ya consumido hasta la mitad. Cuando por fin<br />

apareció Lugaretzia y empezó a recoger el amasijo de mantas humeantes, astillas, agua y coñac,

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