Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A
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cuarto de baño, ni siquiera montando guardia a la puerta. Debía de pensar que siempre había la<br />
posibilidad de que Mamá le diese esquinazo deslizándose por el sumidero.<br />
Al principio, Roger, Widdle y Puke la trataron con despectiva condescendencia; no podían tenerla<br />
en mucha estima, porque era demasiado gorda y paticorta para acompañarles en sus caminatas, y si<br />
intentaban jugar con ella parecía darle un ataque de manía persecutoria y salía galopando para casa,<br />
aullando en busca de protección. En general se inclinaban a considerarla como una mera adición<br />
aburrida y superflua a la <strong>familia</strong>, hasta que descubrieron que tenía una característica superlativa y<br />
absolutamente deliciosa: la de ponerse en celo con monótona regularidad. La propia Dodo<br />
manifestaba una inocencia un tanto patética de las cosas de la vida. Se la veía no ya perpleja, sino<br />
verdaderamente asustada ante sus repentinos estallidos de popularidad, cuando sus admiradores<br />
acudían en tal número que Mamá tenía que ir con ella armada de un garrote. Fue esta inocencia<br />
victoriana lo que hizo que Dodo sucumbiera fácilmente al encanto de las magníficas cejas rubias de<br />
Puke, encontrándose con un destino cien veces peor que la muerte la tarde en que Mamá tuvo el<br />
descuido de dejarlos a ambos encerrados en el cuarto de estar mientras supervisaba la preparación<br />
del té. La llegada imprevista del cura inglés y su esposa, su paso a la habitación donde la feliz<br />
pareja daba rienda suelta a sus ímpetus y los esfuerzos consiguientes por mantener una<br />
conversación normal bastaron para dejar a Mamá desmadejada y con un espantoso dolor de cabeza.<br />
Para sorpresa de todo el mundo (Dodo incluida) nació un cachorro de aquella unión, una extraña y<br />
lloriqueante plasta de criatura con la figura de su madre y el curioso pelaje marrón y blanco de su<br />
padre. Para Dodo, convertirse en madre de la noche a la mañana fue una experiencia traumática que<br />
casi le costó una crisis de nervios, porque se veía desgarrada entre el deseo de permanecer en un<br />
sitio con su cachorro y la urgencia de mantenerse pegada a Mamá. Pero nos<strong>otros</strong> no nos dábamos<br />
cuenta de su conflicto interior. Al fin optó por una solución de compromiso, y seguía a Mamá a<br />
todas partes con el cachorro en la boca. Llevaba toda una mañana así cuando descubrimos sus<br />
pretensiones; el desgraciado perrillo iba colgado de su boca por el cuello, con el cuerpo oscilando<br />
de aquí para allá mientras Dodo trotaba detrás de su ama. Visto que ni regaños ni súplicas surtían<br />
efecto, Mamá tuvo que recluirse en su alcoba con madre e hijo, y nos<strong>otros</strong> llevarles la comida de los<br />
tres en una bandeja. Pero ni eso eliminó el problema, porque si Mamá se levantaba de su asiento,<br />
Dodo, siempre alerta, agarraba a su cachorro y se sentaba a vigilarla ojo avizor, dispuesta a salir<br />
andando si fuera preciso.<br />
—Si esto sigue así por mucho tiempo, ese cachorro acabará convirtiéndose en jirafa —observó<br />
Leslie.<br />
—Ya lo sé, pobrecito mío —dijo Mamá—; ¿pero qué quieres que haga? No puedo ni encender un<br />
cigarrillo sin que lo coja.<br />
—Lo más sencillo sería ahogarlo —dijo Larry—. De todos modos, si llega a adulto va a ser un<br />
animal horripilante. No hay más que ver a sus padres.<br />
—¡Ay de ti como lo intentes! —exclamó Mamá indignada.<br />
—No seas horrible —dijo Margo—; pobre criaturita.<br />
—Como queráis, pero esto de dejarse encadenar a una silla por un perro es una situación<br />
absolutamente ridícula.<br />
—El perro es mío, y si me apetece estar aquí sentada lo estaré —dijo Mamá con firmeza.<br />
—¿Pero hasta cuándo? La cosa se puede prolongar durante meses enteros.<br />
—Ya se me ocurrirá algo —dijo Mamá muy digna.<br />
Y al fin se le ocurrió una solución sencilla: contratar los servicios de la hija menor de la criada<br />
para llevarle el cachorro a la perra. Este arreglo le pareció muy bien a Dodo, y de nuevo pudo<br />
Mamá moverse por la casa. Deambulaba de una habitación a otra como un potentado oriental, con<br />
Dodo pisándole los talones y la joven Sofía al final del cortejo, con la lengua afuera y ojos