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Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

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—El problema de los tontainas que os dedicáis a cazar es vuestra falta de imaginación —dijo<br />

Larry en tono crítico—. Te estoy proporcionando unas magníficas ideas: todo lo que tienes que<br />

hacer es probarlas. Pero no señor, las rechazas de principio.<br />

—Bueno, pues ven en la próxima excursión y me enseñas —propuso Leslie.<br />

—Yo no pretendo ser un hombre de acción y pelo en pecho —respondió Larry austeramente—.<br />

<strong>Mi</strong> sitio está en el ámbito de las ideas... en el esfuerzo mental, por así decirlo. Yo pongo mi intelecto<br />

a vuestra disposición para el proyecto de planes y estratagemas, y vos<strong>otros</strong>, los musculares, los<br />

lleváis a la práctica.<br />

—Sí; bueno, pues yo ése no lo llevo —dijo Leslie con convicción.<br />

—Eso es una temeridad —dijo Mamá—. Cuídate de no hacer ninguna tontería, querido. Y tú,<br />

Larry, haz el favor de no llenarle la cabeza de ideas peligrosas.<br />

Larry abundaba siempre en ideas sobre todas aquellas cosas en las que carecía de experiencia. A<br />

mí me aconsejaba sobre el mejor método a seguir en el estudio de la naturaleza, a Margo sobre ropa,<br />

a Mamá sobre cómo gobernar a la <strong>familia</strong> y pagar sus deudas, y a Leslie sobre cómo había que<br />

cazar. Su posición era perfectamente inexpugnable, porque sabía que ninguno de nos<strong>otros</strong> iba a<br />

vengarse diciéndole cómo debía escribir. Siempre que cualquier miembro de la <strong>familia</strong> tuviera un<br />

problema, Larry conocía la mejor manera de resolverlo; si cualquiera se ufanaba de algo que<br />

hubiera hecho, Larry no veía nunca motivo de enorgullecerse; era una cosa facilísima, con tal de<br />

usar la cabeza. De esta displicente actitud suya se derivó el que tuviéramos un incendio en la casa.<br />

Leslie había vuelto de una excursión al continente cargado de piezas y reventando de orgullo.<br />

Según nos comunicó, había logrado su primer doblete. Tuvo que explicarnos su acción<br />

detalladamente para que le comprendiéramos en todo su esplendor. Al parecer, en argot cinegético<br />

hacer un doblete significaba derribar dos piezas casi a la vez, la primera con el cañón izquierdo y la<br />

segunda con el derecho. De pie en la gran cocina enlosada, al resplandor rojizo de los fogones de<br />

carbón de encina, nos relató cómo la bandada de patos había aparecido en el frío amanecer,<br />

extendida a través del cielo. Con estridente batir de alas volaron sobre sus cabezas: Leslie apuntó al<br />

jefe, disparó, volvió el arma contra el segundo y disparó de nuevo casi instantáneamente, de modo<br />

que, al bajar los cañones humeantes, ambos patos cayeron al lago como uno solo. Congregada en la<br />

cocina, toda la <strong>familia</strong> escuchaba sin habla su gráfica descripción. Sobre la amplia mesa de madera<br />

se apilaba la caza, Mamá y Margo desplumaban un par de patos para la cena, yo iba examinando las<br />

diversas especies y tomando notas en mi diario (cada vez más manchado de sangre y cubierto de<br />

plumas), y Larry, sentado con el pulcro cadáver de un ánade real sobre las rodillas, acariciaba sus<br />

alas tiesas y contemplaba a Leslie, que, sumergido hasta la cintura en una ciénaga imaginaria, nos<br />

escenificaba por tercera vez su doblete.<br />

—Muy bien, querido —dijo Mamá, cuando Leslie nos lo hubo descrito por cuarta vez—. Debe<br />

haber sido muy difícil.<br />

—No veo por qué —dijo Larry.<br />

Leslie, que estaba a punto de recomenzar su relato, se volvió a mirarle aviesamente.<br />

—No, ¿verdad? —preguntó en son de guerra—. ¿Y tú qué sabes de esto? Tú no le acertarías a un<br />

olivo a tres pasos, cuanto menos a un ave volando.<br />

—Querido hermano, no es mi intención subestimar tus méritos —dijo Larry con su voz más<br />

untuosa e irritante—. Pero no veo por qué hay que darle tanta importancia a lo que en mi opinión es<br />

una tarea sencilla.<br />

—¿Sencilla? ¡Cómo se ve que no tienes la menor experiencia de cazar!<br />

—No creo que sea necesario tener experiencia. Me parece que se trata simplemente de controlar<br />

los nervios y apuntar más o menos bien.

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