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Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

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menesteres. Spiro, cuando se le pidió consejo, dio su respuesta habitual.<br />

—No se preocupen —gruñó—; déjenmelos todo a mí.<br />

La mañana siguiente estuvo llena de acontecimientos. Lugaretzia se había recuperado lo bastante<br />

como para desempeñar algunas tareas ligeras, y nos seguía por toda la casa exhibiendo con orgullo<br />

las sangrientas oquedades de sus encías y describiendo en detalle las agonías que había sufrido con<br />

la extracción de cada pieza. Convenientemente inspeccionados mis regalos y expresada mi gratitud<br />

a la <strong>familia</strong>, me dirigí en compañía de Leslie a la terraza de atrás, donde un bulto misterioso yacía<br />

cubierto de lona. Leslie la levantó con gesto de mago, y allí estaba mi bote. Lo contemplé extasiado;<br />

era sin duda el bote más perfecto del mundo; el corcel, brillante aún por la pintura fresca, que me<br />

llevaría al archipiélago encantado.<br />

Tenía unos dos metros de eslora y forma casi circular. Leslie explicó apresuradamente —no fuera<br />

a ser que yo atribuyera la forma a un defecto de diseño— que ello se debía a que los maderos<br />

habían resultado demasiado cortos para el costillaje, explicación que yo encontré plenamente<br />

satisfactoria. Al fin y al cabo, era el tipo de contratiempo enojoso que le podía ocurrir a cualquiera.<br />

Afirmé con aplomo que me parecía una forma muy bonita para un bote, lo cual era cierto. No era<br />

afilado, esbelto y agresivo como la mayoría de los botes, sino rechoncho, plácido, y algo<br />

reconfortante con su circular solidaridad. Me recordaba la imagen de un serio escarabajo pelotero,<br />

insecto por el que yo sentía gran afecto. Leslie, complacido ante mi evidente entusiasmo, señaló<br />

despectivamente que había tenido que hacerlo de quilla plana porque, por diversas razones técnicas,<br />

era la forma más segura. Yo dije que los botes de quilla plana eran los que más me gustaban, porque<br />

se podía dejar en el fondo los tarros de ejemplares sin peligro de que se volcaran. Leslie me<br />

preguntó si me gustaba la combinación de colores, con la que había tenido ciertas dudas. Pues en mi<br />

opinión la combinación de colores era lo mejor de todo, el toque final que completaba una artesanía<br />

maestra. Por dentro iba pintado de verde y blanco, en tanto que sus convexos costados estaban<br />

elegantemente recubiertos de franjas blancas, negras y naranja brillante, conjunto que me cautivó<br />

por lo artístico y acogedor. Leslie me enseñó entonces el largo y liso tronco de ciprés que había<br />

cortado para mástil, pero explicó que no se podía montar hasta después de la botadura.<br />

Eufóricamente propuse botarlo al instante. Leslie, que era muy etiquetero, dijo que no se puede<br />

botar un barco sin nombre, y ¿había pensado alguno? Era un problema peliagudo, y convocamos a<br />

toda la <strong>familia</strong> para ayudarme a resolverlo. Congregados en torno al bote que parecía una flor<br />

gigantesca en medio de nos<strong>otros</strong>, nos pusimos a estrujarnos el cerebro.<br />

—¿Por qué no le pones Jolly Roger? 5 —sugirió Margo.<br />

Rechacé la idea despectivamente, explicando que quería un nombre gordo que pegase con el<br />

aspecto y personalidad del bote.<br />

—Arbuckle 6 —propuso Mamá vagamente.<br />

Tampoco servía; aquel bote no tenía la menor pinta de Arbuckle.<br />

—Ponle El Arca —dijo Leslie, pero yo sacudí la cabeza.<br />

Hubo otro silencio mientras todos mirábamos el bote. De pronto se me ocurrió el nombre<br />

perfecto: Bootle 7 así se tenía que llamar.<br />

—Es muy bonito, querido —asintió Mamá.<br />

—Yo te iba a proponer el Bumtrinket 8 —dijo Larry.<br />

—¡Larry, querido! —le reprendió Mamá—. No le enseñes al niño esas cosas.<br />

La idea de Larry me pareció atractiva; ciertamente era un nombre poco corriente, pero también lo<br />

era Bootle. Ambos parecían insinuar la forma y personalidad del bote. Tras prolongada reflexión<br />

decidí lo que haría. Se trajo una lata de pintura negra y laboriosamente, en mayúsculas algo<br />

temblonas, escribí en el costado: el BOO—TLE—BUMTRINKET. Ya estaba: un nombre no sólo

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