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Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

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—Tengo tanto derecho como cualquiera a expresar mis opiniones...<br />

—Quiero bañarme, nada más. Creo que no es mucho pedir...<br />

—Bueno, bueno, queridos, no regañéis —dijo Mamá—. Gerry, será mejor que vayas a sacar las<br />

culebras de la bañera. De momento puedes dejarlas en el lavabo o en cualquier sitio.<br />

—¡No! ¡Tienen que ir afuera!<br />

—Está bien, querido; no grites. Por fin alojé a mis culebras en una cacerola que me prestaron en<br />

la cocina. Comprobé con alegría que se habían recuperado por completo, y al sacarlas del baño<br />

silbaron enérgicamente. Regresé a la terraza a tiempo de oír cómo Larry se explayaba ante los<br />

invitados.<br />

—Les aseguro que esta casa es una trampa mortífera. No hay rendija ni rincón que no esté<br />

atestado de fauna maligna dispuesta para el ataque. Yo no comprendo cómo no he quedado aún<br />

lisiado para toda la vida. Una acción tan sencilla e inocua como la de encender un cigarrillo está<br />

erizada de peligros. No se respeta ni la intimidad de la propia alcoba. Yo primero fui agredido por<br />

un escorpión, una bestia inmunda que soltaba veneno y crías por todas partes. Después encontré mi<br />

cuarto arrasado por las urracas. Ahora tenemos culebras en la bañera y bandadas de albatros que<br />

planean por toda la casa, haciendo ruidos de cañería defectuosa.<br />

—Larry, querido, exageras —dijo Mamá, sonriendo vagamente a los invitados.<br />

—<strong>Mi</strong> querida madre, si falto a la verdad será más bien por quedarme corto. ¿Qué me dices de la<br />

noche que Quasimodo decidió dormir en mi habitación?<br />

—Aquello no fue tan grave, querido.<br />

—Pues no —dijo Larry con dignidad—, es posible que a ti te agrade ser despertada a las tres y<br />

media de la mañana por un palomo empeñado en meterte el recto por un ojo...<br />

—Sí, bueno, ya hemos hablado suficiente de <strong>animales</strong> —dijo Mamá apresuradamente—. Creo que<br />

la comida está dispuesta, así que ¿qué les parece que nos vayamos sentando?<br />

—De veras, este niño es un peligro público —insistió Larry según nos dirigíamos a la mesa—...,<br />

tiene la cabeza a bichos.<br />

Se indicó sus sitios a los invitados, hubo un coro de chirridos al sacar las sillas y todo el mundo se<br />

sentó y sonrió a sus vecinos. Al momento siguiente dos de los invitados soltaron alaridos de agonía<br />

y salieron despedidos de sus asientos como sendos cohetes.<br />

—¡Oh, Dios mío, ahora qué sucede? —preguntó Mamá desencajada.<br />

—Serán otra vez los escorpiones —dijo Larry, abandonando rápidamente su asiento.<br />

—¡Me ha mordido algo... en una pierna!<br />

—¡Ahi tienen! —exclamó Larry, mirando en torno con aire de triunfo—. Exactamente lo que les<br />

decía! Seguramente habrá ahí debajo una pandilla de osos.<br />

El único que no se quedó helado de espanto ante la idea de alguna fiera oculta al acecho de sus<br />

piernas fue Teodoro, que se inclinó con circunspección, levantó el mantel y metió la cabeza por<br />

debajo de la mesa.<br />

—¡Aja! —dijo muy interesado.<br />

—¿Qué es? —preguntó Mamá.<br />

Teodoro reapareció de debajo del mantel.<br />

—Parece ser alguna clase de... eh... alguna clase de ave. Un ave grande, blanca y negra.<br />

—¡Es el albatros! —dijo Larry excitado.

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